lunes, 26 de marzo de 2007

Asalto a las bibliotecas. Pedro López López, ATTAC Madrid


Y ahora...¡a por la Biblioteca!Al grito de ¡abajo la ciudadanía, viva el consumo!, ahora han puesto la vista en las bibliotecasEl programa neoliberal, cual eficaz apisonadora, continúa su programa de destrucción de todo lo público, con el afán de que los derechos que protegen los servicios públicos (acceso a la educación, a la sanidad, a la cultura, a la información) desaparezcan y así convertir a la sociedad en ese hipermercado con el que sueñan los mercaderes. Al grito de ¡abajo la ciudadanía, viva el consumo!, ahora han puesto la vista en las bibliotecas. De momento, hay que transponer ¡urgentemente! La directiva 92/100, que habla de derechos de préstamo y alquiler (la biblioteca dentro de poco, no prestará, sino que alquilará, como se puede ir adivinando). ¿Cómo se va a hacer esto? A través de la Ley del Libro, la Lectura y las Bibliotecas, que bien podría llamarse Ley de la Gestión de los Derechos de Autor, ya que es una auténtica camisa a la medida de los intereses de las entidades que dicen defender los derechos de autor. No parece que hayan convencido a todos. Por eso, autores de la talla de José Luis Sampedro, Belén Gopegui, José Antonio Millán, Carlo Frabetti, Andrés Aberasturi, Gustavo Martín Garzo, Rosa Regás, Lolo Rico, Enrique Miret Magdalena, Emilio Lledó, Miguel Delibes, Andrés Trapiello, Maruja Torres, Darío Fo, Luis Landero, Moncho Alpuente, Santiago Alba, Luis García Montero... y un largo etcétera que no es cuestión de reproducir para no cansar al lector, además de una larga nómina de profesores universitarios, se manifestaron en contra de este canon hace un par de años y lo siguen haciendo ahora cuando parece que se va a consumar esta tropelía dejando el modelo atado y bien atado en la susodicha ley.¿Y por qué hay que transponer urgentemente la directiva? Pues porque así lo dictamina el Tribunal Europeo de Justicia. Justicia... neoliberal, habría que añadir, porque si no, se puede hacer uno un lío. Igual que existe una lejana relación entre música y música militar, también entre los términos "justicia" y "neoliberal" descubre uno un abismo lógico con un problema más difícil de resolver que el maldito cubo de Rubik.Total, y para ir al grano, de lo que se trata es de disparar a la línea de flotación de un servicio público como es la biblioteca. ¿Y cómo hacerlo? Muy fácil: gravando la actividad principal de una institución cuya misión es precisamente el préstamo de libros y otros materiales. Préstamo sin ningún ánimo de lucro, ya que el servicio es gratuito. Pues bien, e n una vuelta de tuerca más en la lógica mercantilista que nos anega, ahora las entidades de gestión de derechos de autor, que representan fielmente los intereses de los grandes poderes editoriales, quieren cobrarnos por tomar prestado un libro de la biblioteca. En concepto de derechos de autor, se nos dice. Si no fuera tan serio el asunto, sería para una buena carcajada, porque el argumento no tiene ni la categoría de coartada. Se trata de una burda mentira que no sirve ni para tapar las vergüenzas de los intereses obscenos que persigue la operación. En realidad, el paisaje de fondo es la creación de un mercado que no existía. La inmensísima mayoría de los autores no van a percibir un euro de lo que van a recaudar estas entidades, y además las bibliotecas los promociona sin cobrarles por ello. Pero, bueno, no hay que preocuparse, según el Ministerio de Cultura, que nos tranquiliza con el argumento de que "no paga el usuario". ¡Caramba!, ¿y quién paga?, ¿o es que el Ministerio tiene fondos reservados que no salen de los impuestos ciudadanos?Por otro lado, el problema de la recaudación del nuevo impuesto (y en esto, han sido originales, hay que reconocerlo, porque los derechos de autor están contemplados en el precio del libro, pero creativamente ahora se grava el préstamo) se resuelve fácilmente: ¡no se va a poner el Ministerio a contar los préstamos que realizan las bibliotecas! Qué va, qué va, para esa están las sociedades de gestión, que se ofrecen desinteresadamente a hacerlo! No sé por qué extraña asociación de ideas, se me viene a las mientes el simpático caso del zorro y el gallinero.Y ahora viene, la traca final: la exposición de motivos del anteproyecto de Ley de la Lectura, del Libro y de las Bibliotecas declara "como uno de sus principales objetivos el de reconocer e impulsar la lectura".
¡Que me aspen si lo entiendo!

Pedro López López, Attac Madrid

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Asalto a las bibliotecas. Artículo de José Luis Sampedro.

Reproducimos el artículo enviado por José Luis Sampedro en contra del préstamo de pago en bibliotecas.

Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus “clientes” éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos.Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir –eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo. Me quedo confuso y no entiendo nada.En la vida corriente el que paga una suma es porque:a) obtiene algo a cambiob) es objeto de una sanción.Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación? ¿Acaso dejaron de cobrar por el libro vendido? ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas? ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil.Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra. Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.
¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!

José Luis Sampedro

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Asalto a las bibliotecas. Artículo de José María Pérez Zúñiga en el diario Ideal de Granada.

Contra el canon

Las bibliotecas son las residencias de la cultura, y pedir un canon por el préstamo de un libro es como cobrar una entrada, ofrecer a tu invitado una charla amable para exigir que te la compre después, convertir a los autores en ladrones de la palabra y a los lectores en cómplices de un delito de apropiación indebida, pues el lenguaje y la inteligencia no son de nadie, aunque algunas Administraciones pretendan convencernos de lo contrario. Lógicamente el autor y el editor deben cobrar por su trabajo, pero cuando un libro llega a una biblioteca ha saltado una barrera, del mismo modo que pasados 70 años desde su muerte los derechos sobre la propiedad intelectual de un autor pasan a ser de la humanidad, al fin y al cabo la fuente de la que el primero bebió y que le permitió escribir una obra que se unirá a la larga senda del conocimiento humano, en la que los escritores ostentamos un muy modesto papel. La Biblioteca de Andalucía, sin ir más lejos, es una suerte de templo donde se encuentran lectores y escritores, donde coinciden presentaciones de libros y lecturas solitarias, el enfermo de literatura y el visionario, muchos padres con sus hijos para que éstos puedan también aprehender el mundo a través del papel. Sin embargo, en la ‘Ley de la lectura, del libro y de las bibliotecas’, ley elaborada a instancias de una directiva europea y que ya está en el Parlamento, se va a incluir el préstamo de pago; concretamente, las bibliotecas tendrán que abonar 20 céntimos por libro prestado, en lo que es una aplicación demasiado rigurosa de la normativa existente sobre propiedad intelectual, cuando no un caso flagrante de doble imposición, paradójicamente en este caso por parte de unos particulares -editor y autor-, aunque auspiciada por el Estado. Pues la realidad es que ese libro se ha tenido que pagar previamente para que llegue a una biblioteca, con lo que ya están cobrando sus derechos tanto la editorial como el autor. Y no nos vale tampoco el argumento de que va a ser el Estado quien se haga cargo de pagar ese canon -si es así finalmente-, pues a nadie se le escapa que ninguna Administración presta un servicio público que no sea sufragado de un modo u otro con los tributos de los ciudadanos. Por otra parte, un escritor a lo que aspira es a que le lean, y en este sentido somos los escritores los que estamos en deuda con las bibliotecas y sus funcionarios. Tanto quejarnos del descenso del nivel cultural en nuestra sociedad, de las dificultades de las políticas de fomento de la lectura, y ahora vamos a introducir una traba más, guiados únicamente por esa ley universal del lucro exagerado. Soy miembro de CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) y publico en una editorial que forma parte de un gran grupo comercial, los dos grandes beneficiados -entidades gestoras y editoriales- de esta medida ‘comercial’. Pero me niego -como muchos otros escritores- a que en mi nombre se materialice esta nueva expresión del mercantilismo inane de la cultura. Ésta no se encuentra en el bolsillo de nadie, sino en nuestro corazón y en nuestras cabezas.

¡No al préstamo de pago en las bibliotecas!

Más artículos e información en http://www.noalprestamodepago.org/

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Por los Servicios Públicos

Los servicios públicos se establecieron para satisfacer las necesidades de las personas, no para el comercio y el beneficio económico, y no pueden regirse por criterios de rentabilidad, sino de interés social. De acceso universal, mantenidos por una fiscalidad solidaria, representan uno de los derechos sociales más significativos alcanzados por la ciudadania a lo largo de la historia y son indispensables para luchar contra las desigualdades sociales y territoriales.
La provisión de los servicios públicos se desarrolla en base a las necesidades sociales del ciudadano y no en su capacidad de pago, según las leyes del mercado. Por su propia naturaleza de bien público, no deben ser liberalizados ni privatizados. DESCARGAR DOCUMENTO COMPLETO

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