miércoles, 27 de abril de 2011

De Telefónica y otras desfachateces

Telefónica acaba de anunciar en Londres, tras obtener en 2010 unos beneficios récord, que prescindirá del 20 por ciento de su plantilla en España (6.000 trabajadores). El recorte se inserta en un proceso continuo de eliminación de puestos de trabajo, cuyo último episodio, por ahora, fue el expediente de regulación de empleo (ERE) aprobado en 2003 por el entonces ministro de trabajo Eduardo Zaplana, para reducir en cinco años, hasta 2008, un tercio de la plantilla (15.000 trabajadores) y que, a su vez, vino precedido de otro ERE en 1999, que afectó a 10.849 trabajadores, aplicado por Juan Villalonga, presidente a la sazón de la compañía y a quien más tarde sucedería el actual, Alierta.

El ajuste de plantilla no sólo se encuadra en el hecho de que Telefónica haya obtenido en 2010 -peor año de la crisis-, unos ingentes beneficios, sino en el anuncio de que va a distribuir 7.300 millones de euros en dividendos y primará a sus directivos con gratificaciones por importe de 450 millones. Dicen que el ministro de Trabajo mostró su malestar afirmando que no era un buen momento para el recorte. Sería interesante conocer qué momento considera bueno para despedir personal, ¿quizá después de las elecciones? En cualquier caso, no debe preocuparse porque es muy posible que dentro de unos años, cuando él cese, con un poco de suerte, Telefónica le ofrezca un buen puesto como ya hizo con su antecesor Zaplana, nombrado por Alierta en 2008 asesor y delegado de la compañía en Bruselas.

Rubalcaba ha afirmado que no está de acuerdo con la medida y que más claro no puede ser. Digo yo que más claro sí podría haber sido tanto él como todo el Gobierno mediante el procedimiento de no aprobar una reforma laboral que propicia decisiones como ésta de permitir que empresas con fabulosos beneficios puedan sin ningún tipo de traba aprobar un ERE. Lo grave del asunto es que se intentan justificar las reformas del mercado de trabajo como medidas necesarias para crear empleo, cuando en realidad lo único que se consigue es abaratar los despidos y, por lo tanto, destruir puestos de trabajo. ¿Nos puede extrañar que la crisis haya destruido en España más empleo que en ningún otro país de la Unión Europea?

Los sucesivos ERE dejan al descubierto un proceso de externalizaciones, mediante el que se logra que muchos trabajadores presten sus servicios en Telefónica sin ser empleados de la compañía. Es un fenómeno generalizado en las grandes sociedades. Deberíamos tomar conciencia de este hecho insólito, lo extraordinariamente difícil que resulta para el consumidor entrar en contacto con un trabajador que tenga una relación laboral con la compañía con la que se contrata un determinado servicio. Ni quienes nos atienden para darnos información, ni quienes nos hacen el contrato, ni quienes reciben nuestras reclamaciones, ni los operarios que realizan la instalación o que reparan las averías son empleados de la sociedad prestadora del servicio. Todos ellos son personal de contratas externas y, en algunos casos, subcontratas de subcontratas.

Varias son las consecuencias de esta situación. La primera, la progresiva precariedad de las relaciones laborales: los trabajadores son contratados en condiciones bastante peores que los de la compañía original, a menudo en calidad de autónomos ficticios y con retribuciones variables y mínimas. En segundo lugar, en momentos de crisis, el despido es mucho más sencillo aun cuando la sociedad esté obteniendo pingues beneficios, ya que la relación laboral es con empresas secundarias, muchas de ellas sin capital y fáciles de cerrar en caso de necesidad. En tercer lugar, y como resultado de las anteriores, la cualificación profesional es mucho peor y la asistencia que reciben los consumidores, por ello, más deficiente.

En Telefónica concurre además otra circunstancia que deja al descubierto la verdadera condición de nuestro sistema económico y político. Telefónica ha sido privatizada y a través de ella se puede conocer en qué ha consistido el proceso de privatizaciones. Se ha producido una simbiosis perfecta entre poder político y económico. El primero ha entregado a manos privadas las grandes empresas públicas que, además de prestar servicios a todos los ciudadanos, aportaban a la Hacienda Pública elevados beneficios. Se ha provocado así un expolio. Los políticos han colocado al frente de las empresas privatizadas a sus amigos, sin mayor título ni mérito, y éstos en justa correspondencia les reservan para cuando abandonen la actividad pública un importante puesto o el sillón de un consejo. En este mundo económico empresarial no existen ni el mérito ni la capacidad, todo se reduce al chalaneo, a la recomendación, al tráfico de influencias. Se genera de este modo una elite ficticia, cuyos componentes se autodenominan grandes especialistas y se autopremian con retribuciones de escándalo, utilizando la pueril excusa de que de lo contrario, habría fuga de cerebros. Lo peor de todo es que terminan creyéndoselo. ¿Adónde van a fugarse que estén mejor? Por otra parte, al tratarse de mercados cautivos los mayores o menores beneficios de las empresas no guardan relación con la gestión sino con la calidad del servicio y con las tarifas que se imponen abusivamente.

Lo único que han originado las privatizaciones es un incremento del desempleo, peores condiciones laborales, retribuciones de escándalo para los ejecutivos -que no representan a nada ni a nadie excepto a los amiguetes que los han nombrado o contratado-, un empeoramiento de los servicios públicos y la indefensión del consumidor carente de todo poder frente a las grandes empresas.

El colmo de la desfachatez consiste en afirmar, tal como ha hecho Esperanza Aguirre a propósito del Canal de Isabel II que su privatización significa devolver la propiedad a los madrileños; y el colmo de la estulticia, la del presidente de Loterías declarando que si este organismo se privatiza es para que sea más eficaz, con lo que está reconociendo que su gestión ha sido un desastre. El desenlace no debería ser privatizar la entidad sino cesarle.

Juan Fco. Martín Seco
República.

domingo, 17 de abril de 2011

En defensa de la Sanidad Pública





No a los recortes ni a la privatización de la Sanidad Pública
La Salud es un derecho no un negocio




http://www.casmadrid.org/includes/firmas_ley_1597.html


Comunicado de los médicos del Hospital de Bellvitge dirigido a la opinión pública sobre los recortes en el presupuesto de Sanidad. (16/4/2011)

Los responsables políticos han manifestado que los recortes en el presupuesto de sanidad que se están aplicando comportarán ciertas molestias derivadas de la centralización de algunos servicios y un alargamiento de los tiempos de espera para diagnósticos y para intervenciones quirúrgicas en patologías sin riesgo vital. Han dicho también que se trata de salvar el sistema sanitario. Esto es probablemente cierto, pero está lejos de ser toda la verdad. La población tendría que saber que un recorte de la envergadura de la que se está haciendo tendrá otras consecuencias más graves: Los servicios de cuidados intensivos y otros dispositivos para enfermos críticos quedarán reducidos a la mínima expresión durante muchos meses, algunos quizás indefinidamente. Se reducirá drásticamente la presencia de anestesistas, cirujanos y otros especialistas a los servicios de urgencias y a los cuerpos de guardia de los hospitales. Estas dotaciones quedarán muy por debajo del que hasta ahora se ha considerado razonable y adecuado, con el consecuente riesgo vital que puede significar por los pacientes con patologías más graves.

Por otro lado, miles de enfermos crónicos verán empeorar su calidad de vida. Los controles periódicos se espaciarán. Se restringirá mucho la dispensación de algunos fármacos, ciertamente caros, pero que han demostrado ser más eficaces que las alternativas más baratas que se proponen. El mismo puede pasar con algunos tratamientos del cáncer.

La reducción de plantillas comportará que se pueda dedicar menos tiempo a cada paciente. Se retrasarán diagnósticos y, por lo tanto, tratamientos. En algunos casos, este retraso empeorará el pronóstico de la enfermedad. Se producirán más errores, imprecisiones y confusiones debidos a la sobrecarga de trabajo del personal y al debilitamiento de los sistemas de aseguramiento y mejora de la calidad.

Seguir manteniendo, a estas alturas, que la calidad de la asistencia no se verá afectada es un insulto a la inteligencia de cualquier persona mínimamente informada. Muchos profesionales creemos que los daños que esta actuación provocará sobre el sistema sanitario público serán irreversibles. El sistema sanitario que se salvará será diferente y notoriamente peor que el que tenemos ahora.

El actual sistema sanitario público de Cataluña, que persigue la excelencia en la atención a toda la población, es reconocido como uno de los mejores del mundo. Se ha conseguido con el consenso y el esfuerzo continuado de toda la sociedad durante muchos años. El grado de satisfacción de sus usuarios es alto. El coste, en términos de porcentaje del PIB, es moderado si se compara con los sistemas otros países desarrollados que, además, obtienen resultados peores.

La ciudadanía tendría que conocer y ser muy consciente del alcance real y las consecuencias del recorte de presupuesto que se está aplicando a la sanidad.

El que se está haciendo es, de manera *subreptícia, sustituir el actual modelo por otro con características mucho más básicas y limitadas, desproveído de sus mejores calidades.

Sería bueno hacer difusión del grado de eficiencia de los diferentes proveedores del sistema sanitario. Tildar la medicina pública de ineficiente es fácil, pero es faltar a la verdad. Ya hace años que se aplican, con éxito, medidas de racionalización y control del gasto. Habría que definir mejor qué papel se quiere que, en la provisión de servicios sanitarios, jueguen las organizaciones de titularidad pública, las entidades concertadas y las empresas privadas con ánimo de lucro. Conocemos los problemas financieros y las urgencias de tesorería que condicionan la actuación del gobierno. No nos corresponde discutir qué cuota de responsabilidad es atribuible a gobiernos anteriores. No tendríamos que permitir, pero, que estos problemas sirvan de argumento para desguazar irreversiblemente el que probablemente es el mejor de los elementos de nuestro sistema de protección social.

Fuente: Coordinadora anti-Privatización de la Sanidad Pública de Madrid. CAS-Madrid

http://www.casmadrid.org/index.php

Otras noticias relacionadas con los recortes en Sanidad en Cataluña:

Cuando la sanidad catalana veas pelar
http://www.casmadrid.org/index.php?idsecc=noticias&id=2544&titulo=NOTICIAS

Los hospitales catalanes dejarán hasta de arreglar los edificios para ahorrar
http://www.casmadrid.org/index.php?idsecc=noticias&id=2543&limit=&titulo=NOTICIAS

Comunicado de los médicos del Hospital de Bellvitge dirigido a la opinión pública sobre
los recortes en el presupuesto de Sanidad
http://www.casmadrid.org/index.php?idsecc=noticias&id=2541&limit=&titulo=NOTICIAS

Barcelona: Más de 20.000 personas se manifiestan contra el tijeretazo
http://www.casmadrid.org/index.php?idsecc=noticias&id=2539&limit=&titulo=NOTICIAS






viernes, 15 de abril de 2011

ATTAC España propone nacionalizar Telefónica

Comunicado de ATTAC España

Ante el anuncio realizado por la compañía Telefónica de despedir al 20% de su plantilla en España después de haber ganado 10.167 millones de euros en 2010, ATTAC España propone al Gobierno y al Parlamento españoles lo siguiente:

1. Que procedan inmediatamente a tomar las medidas necesarias dirigidas a nacionalizar a esta compañía hasta hace poco propiedad de toda la ciudadania del Estado Español, para salvaguardar los intereses públicos y el bien general evitando que el dinero y el esfuerzo acumulado durante muchos años por millones de nuestros conciudadanos y conciudadanas se sigan dedicando a lucrar a una minoría de propietarios y directivos escándalosamente bien pagados, mientras que se deterioran continuamente los servicios que presta dicha empresa y para colmo se plantean destruir 6000 empleos.

2. Que se cree una comisión independiente de investigación para poner de relieve con total transparencia las condiciones en que se llevó a cabo el proceso de privatización de las empresas españolas de propiedad estatal que han ido a parar a manos privadas.

3. Que dicha comisión estudie y proponga a los poderes públicos las fórmulas posibles para devolver a la propiedad nacional a las grandes empresas de valor estratégico que fueron privatizadas con el fin de que el Estado vuelva a ser dueño de los resortes esenciales de los que depende que nuestra economía y nuestra sociedad recobren la actividad y el empleo.

Al mismo tiempo, ATTAC España denuncia la irresponsabilidad del Presidente Rodríguez Zapatero y de su gobierno que para tratar de hacer frente a la crisis se reunió hace unas semanas con los propietarios de empresas y bancos que, como Telefónica, son en realidad las causantes de la crisis y de las mayores pérdidas de empleo que se han producido en nuestra economía.

Finalmente, ATTAC España llama a todas las personas, partidos, organizaciones, movimientos o grupos sociales de cualquier tipo interesados en salvar los intereses generales y en que la crisis la paguen quienes la han provocado que apoyen esta iniciativa, enviando su adhesión a ATTAC España.

ATTAC España iniciará diversas campañas, frente a esta actuación y denunciará según sus posibilidades las nuevas privatizaciones previstas, llamando a la ciudadanía en general a posicionarse frente a ellas y las pérdida de patrimonio que nos pertenece a todas y todos y no a sus gestores temporales.


martes, 12 de abril de 2011

‘Blade Runner’ era esto

Las historias que siguen son reales, se trata de breves conversaciones que ha mantenido quien firma estas líneas recientemente con personas de su entorno. La primera: un colega y amigo, profesor de una universidad pública, abre un debate en clase (alumnos de políticas/sociología) y pregunta: ¿alguien me puede dar una definición de “partido antisistema”? De inmediato se levanta una mano, y el estudiante dice: “¿Ha dicho ‘partido’? Entonces es sistema”. Este joven lo tenía clarísimo. Segundo caso: no hace ni dos semanas se ha sabido que la cúpula directiva de una de estas famosas “agencias de calificación financiera” se ha aumentado el sueldo un 69% en relación al año anterior. Y alguno cobrará por ello nueve millones y medio de dólares (este año 2011). Mi interlocutor (periodista de un medio público) me dice: ah, pues a nosotros nos dijeron ayer que “deberíamos aceptar una rebaja adicional del 5% del sueldo –voluntariamente, claro– para evitar ‘otras medidas’”. ¿Cuáles? ERE. Tercera conversación: me dice un amigo médico “en los próximos meses, sobre todo en verano, procura no caer gravemente enfermo, no digamos ya tener un infarto”, y al ver la lista de medidas que –al menos en Catalunya– se van a tomar en la sanidad pública (con cierres de plantas, de quirófanos, incluso de UCI), tiendo a creérmelo. Eso sí, se recomienda hacerlo “con criterios médicos”, no vaya a pensar alguien que se hace con criterios “gerenciales”.


Mientras, los eurodiputados rechazan viajar en clase turista “para viajes de menos de cuatro horas” (el matiz es importante, no es como volar de Bruselas a Ciudad del Cabo sin escalas), así como “congelar” (no ya rebajar) las dietas que percibirán en 2011. En nombre de la dignidad del cargo, y merced a la “autonomía presupuestaria” del Parlamento Europeo. O Portugal: ¿qué prometerán los partidos portugueses en la ya inminente campaña electoral, con el país naufragado financieramente, y no por culpa de sus ciudadanos?


En estas condiciones, ¿cómo puede un profesor explicar los fundamentos del Estado de Derecho, la naturaleza del Parlamento como expresión de la voluntad general, el principio de igualdad ante la ley, o recomendar la lectura del preámbulo de la Constitución? Se admiten sugerencias.

Pere Vilanova.

jueves, 7 de abril de 2011

Recuperar la democracia

Hoy en día estamos viendo movilizaciones populares en muchas partes del mundo –desde los países árabes a Wisconsin (EEUU), pasando por la mayoría de países de la Unión Europea– que exigen cambios de las políticas llevadas a cabo por gobiernos y por estados que se perciben insensibles a los deseos de la mayoría de la población. En estas manifestaciones –a pesar de la elevada diversidad de situaciones– hay un elemento común: la protesta frente a una enorme concentración de poder económico y político que obstaculiza la expresión democrática. Y un ejemplo de ello es España.


Estamos viendo en España la puesta en marcha, por parte del Estado (tanto central como autonómico), de recortes muy sustanciales del gasto público, incluyendo el gasto público social que financia las transferencias públicas –como las pensiones– y los servicios públicos del Estado del bienestar tales como sanidad, educación, servicios domiciliarios a las personas con dependencias, escuelas de infancia, servicios sociales y otros.


Estos recortes están afectando de una manera muy marcada a la calidad y cobertura de tales servicios empeorando la situación existente, que ya era insuficiente antes de que se iniciara la crisis. España en 2008 estaba a la cola de la Unión Europea de los 15 (UE-15, el grupo de países de semejante desarrollo a España) en gasto público social. Nos gastábamos en el Estado del bienestar sólo el 19% del PIB (el más bajo de la UE-15, cuyo promedio era del 24%, mientras que el de Suecia era del 28%). Una consecuencia de ello es que sólo el 9% de la población adulta trabajaba en los servicios públicos del Estado del bienestar (el promedio de la UE-15 era del 15%, y en Suecia, del 24%). Los recortes que están ocurriendo ahora están disminuyendo todavía más tal empleo.


La estructura de poder (que se basa en el 20-30% de la población, la de mayor renta) no parece consciente de este enorme retraso y subfinanciación, pues utiliza principalmente los servicios privados. Envían a sus hijos a la escuela privada (que recibe los subsidios más altos existentes en la UE-15, llamado concierto) y cuando caen enfermos van a la sanidad privada. Esta estructura de poder (que tiene enorme influencia política y mediática en España) promueve el mensaje de que no hay otra alternativa a tales políticas de recortes. Argumentan que hay que recortar el gasto público para reducir el déficit del Estado y la deuda pública, a fin de calmar los mercados financieros y que así estos nos presten dinero a intereses razonables.


Esta explicación, que a base de repetirse miles de veces se ha convertido en un dogma, es profundamente errónea y se promueve porque sirve a los intereses de esta estructura de poder, que utiliza la presión de los mercados financieros como excusa para llevar a cabo lo que ha deseado hacer desde siempre. Los datos muestran claramente que no es cierto que en España no existan recursos para financiar un Estado del bienestar de primera clase. España no es pobre. El PIB per cápita es ya el 94% del promedio de la UE-15, pero el gasto público social por habitante es sólo el 74% del promedio del gasto público social promedio de la UE-15. Si nos gastáramos lo que nos pertenece por el nivel de desarrollo económico que tenemos, es decir el 94%, nos gastaríamos 80.000 millones de euros más, con los cuales se podrían cubrir las enormes insuficiencias. España, pues, tiene los recursos. Lo que ocurre es que el Estado no los recoge. En lugar de ello, el Estado ha estado pidiendo préstamos a la banca extranjera, endeudándose y financiando escasamente su Estado del bienestar. España, como Grecia y Portugal, tiene unos ingresos al Estado muy bajos y un fraude fiscal muy elevado. Como admitió sorprendentemente un dirigente del Deutsche Bank, uno de los banqueros más importantes de Alemania, “ha existido durante los años de boom una alianza entre las clases más pudientes de los países de la periferia de la UE, que no pagaron impuestos al Estado, y la banca, que se ha beneficiado de la baja carga impositiva al prestar dinero al Estado para financiar su dimensión social”.


Y ahí está la raíz del problema. La estructura de poder no está contribuyendo al Estado lo que debiera por su nivel de riqueza. El trabajador de la manufactura en España paga el 74% de los impuestos del trabajador de la manufactura sueca. El empresario, sólo un 38%. Y empeorando la situación, el Estado ha reducido más y más los impuestos, lo que ha beneficiado sobre todo a las rentas superiores. Los propios inspectores de Hacienda han indicado que podrían recogerse más de 38.000 millones de euros, centrándose en estos sectores, sin afectar a la carga impositiva de la mayoría de la población. El déficit del Estado podría reducirse a base de aumentar los impuestos de estos sectores en lugar de empobrecer todavía más al Estado del bienestar.


En realidad, durante la crisis la gran mayoría de las empresas del Ibex-35 han continuado teniendo grandes beneficios, siendo la banca española una de las que tienen más beneficios en Europa. El Banco Santander ha conseguido 35.000 millones de euros de beneficios netos (es el banco que ha conseguido más beneficios en el mundo, después de dos bancos chinos).


Estos recortes de gasto público social se están haciendo a pesar de que la mayoría de la población está en contra. Es una decisión más (otra es el retraso de la edad obligatoria de la jubilación) que muestra la enorme distancia entre los gobernantes y los gobernados. De una manera creciente, los establishments políticos y mediáticos que dirigen el país están imponiendo medidas en contra del parecer de la ciudadanía. De ahí que las poblaciones, en su indignación –que ocurrirá si se le provee de información que cuestione el dogma de que no hay otra alternativa–, deben manifestarse y agitarse socialmente para recuperar la democracia en España.


Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University Fuente: Público

sábado, 2 de abril de 2011

¿Queda algo por privatizar?

Creíamos que no, que entre los gobiernos de Felipe González y de José María Aznar se habían deshecho de todo el importante conglomerado de empresas públicas que tenía el Estado. Pues hete aquí, que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no quiere ser menos, y rebuscando, rebuscando ha encontrado alguna cosilla. Nada menos que los aeropuertos y las loterías. Es más, parece que, puestos a privatizar, se privatiza el futuro, pues no otra cosa son las concesiones y las colaboraciones público privadas

Allá por el año 1986, en el Consejo del INH, del que yo a la sazón era miembro, se comenzó a hablar de la conveniencia de convertir el ente público cabecera del holding en una empresa (que después se llamaría Repsol), con la finalidad de sacar una participación del capital a bolsa. Ingenuamente (bueno, no tan ingenuamente) pregunté al presidente, entonces Óscar Fanjul, acerca del propósito de tal medida. La respuesta podría pasar a los anales de las estupideces más grandes de la historia.

Se me dijo que eran dos los motivos. En primer lugar, se buscaba que los mercados dictaminasen sobre la marcha de la empresa. Como si para juzgar la gestión no hubiera mecanismos mucho más seguros que el veredicto de la bolsa. La historia está repleta de empresas que han recibido la máxima calificación de los mercados y, sin embargo, han quebrado. Además, tratándose de sociedades que funcionan en régimen de monopolio u oligopolio los beneficios poco tienen que ver con la buena o mala administración.

La segunda razón era aún más chocante. La finalidad, según decían, era obtener financiación. Todo el mundo sabe que una empresa posee dos formas de financiarse: con fondos propios (es decir, ampliando capital) o mediante fondos ajenos (pidiendo un crédito o un empréstito). El abc de la economía de la empresa nos indica en qué circunstancias se deberá optar por uno u otro procedimiento. En realidad, la cuestión no tiene mucho misterio; siempre que la tasa de beneficios se encuentre por encima del tipo de interés, lo razonable será elegir recursos ajenos, y viceversa. El INH proporcionaba al Estado una rentabilidad bastante más elevada que el coste financiero de cualquier préstamo, por lo que sacar la empresa a bolsa significaba regalar a los inversores privados una cuantiosa plusvalía. Pero quizás era eso lo que se pretendía, a juzgar por los destinos en que han terminado los artífices de la operación.

La privatización de REPSOL, al igual que la del resto de grandes empresas públicas, ha acarreado un espolio a los ciudadanos, despojándoles de activos muy rentables. Las consecuencias han sido un deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores, un incremento espectacular de los sueldos de sus ejecutivos, una notable reducción de los ingresos públicos (beneficios) –que de ninguna manera compensa la disminución de la previsible carga financiera de la deuda amortizada con los recursos obtenidos por la venta–, y, más grave que todo ello, la de entregar mercados cautivos a los intereses privados. Son sectores en los que resulta imposible que exista competencia. Todo monopolio es perverso, pero infinitamente más si es privado. En democracia, frente a un gobierno se tiene alguna capacidad de presión, frente al poder económico, ninguna.

En la explotación de los aeropuertos y en la administración de las loterías difícilmente puede darse la competencia. No hay sitio para el juego del mercado. Parece lógico que la iniciativa privada se oriente exclusivamente a los aeropuertos rentables y que el Estado se vea obligado a hacerse cargo de todos aquellos que son ruinosos, con lo que es de esperar que el servicio a los ciudadanos se resienta y que el déficit se incremente.

Existe una equivocación muy extendida, la de creer que las privatizaciones reducen el déficit. No es así. Más bien es factible que lo incremente. En realidad, lo único que se hace es minorar, al mismo tiempo, pasivos y activos. El impacto sobre el déficit dependerá de la relación entre la cuantía de la carga financiera de la deuda que se reduce y los ingresos que dejan de producir los activos que se venden. Tampoco parece que se produzca ningún efecto sobre la solvencia. En todo caso sería negativa, ya que esta no solamente depende del endeudamiento que se posea sino también del activo con que se cuente.

J.F. Martin Seco
Attac