Muchos conflictos tienen su origen en la escasez de agua, o se ven agravados por ella. Desde Chad a Darfur, Sudán, el Desierto de Ogaden en Etiopía, Somalia y sus piratas, y en áreas de Yemen, Irak, Pakistán y Afganistán, ocurren en un gran arco de tierras áridas donde la escasez hídrica está produciendo malas cosechas, muerte del ganado, extrema pobreza, y desesperación.
Los grupos extremistas, como los talibanes, encuentran amplias posibilidades de captación de adeptos en esas comunidades empobrecidas. Los gobiernos pierden su legitimidad cuando no pueden garantizar las necesidades más básicas de sus pueblos: agua potable, cultivos de alimentos básicos, y forraje y agua para los rebaños de los que dependen para sus precarios medios de sustento.
Los políticos, diplomáticos y generales de países que sufren estos conflictos suelen tratar estas crisis como lo haría con cualquier otro reto político o militar. Movilizan ejércitos, organizan facciones políticas, combaten a los caudillos locales o intentan forcejear con el extremismo religioso.
Sin embargo, estas respuestas pasan por alto el desafío subyacente de ayudar a que las comunidades satisfagan sus urgentes necesidades de agua, comida y sustento. Como resultado, Estados Unidos y Europa suelen gastar decenas o incluso cientos de miles de millones de dólares en el envío de tropas o bombarderos para sofocar levantamientos o atacar “estados fallidos”, pero no envían una décima, o siquiera una milésima, parte de esos fondos para enfrentar las crisis subyacentes de escasez hídrica y subdesarrollo.
Los problemas del agua no desaparecerán por si solos. Por el contrario, empeorarán a menos que nosotros, como comunidad global, articulemos una respuesta. Una serie de estudios recientes muestra lo frágil que es el equilibrio hídrico para varias partes del mundo empobrecidas e inestables.
Estos informes cuentan historia similares. Los recursos hídricos se encuentran cada vez más bajo presión en grandes partes del mundo, especialmente en las regiones áridas. La escasez del agua, que se intensifica rápidamente, refleja superpoblación, agotamiento de las aguas subterráneas, basura y contaminación, y los efectos enormes y cada vez más graves del cambio climático causado por el ser humano.
Las consecuencias son terribles: sequías y hambrunas, pérdida de los medios de sustento, propagación de enfermedades transmitidas por agentes presentes en el agua, migraciones forzadas, y hasta conflictos abiertos. Para llegar a soluciones prácticas pueden ser necesarios muchos componentes, como un mejor manejo hídrico, mejores tecnologías para aumentar la eficiencia del uso del agua, y nuevas inversiones que emprendan de manera conjunta los gobiernos, el sector privado y las organizaciones ciudadanas.
He visto soluciones así en el proyecto Pueblos del Milenio en el África rural, en el que mis colegas y yo trabajamos con comunidades pobres, gobiernos y empresas para encontrar soluciones prácticas a los desafíos de la extrema pobreza rural. Por ejemplo, en Senegal un líder mundial en la fabricación de tuberías, JM Eagle, donó más de
Sin embargo, en el futuro se generalizarán las presiones los recursos hídricos, tanto en países pobres como ricos. Por ejemplo, Estados Unidos estimuló un auge demográfico en sus estados áridos del suroeste en las últimas décadas, a pesar de la escasez hídrica que el cambio climático probablemente hará más grave en el futuro. También Australia enfrenta serias sequías en el corazón agrícola de la cuenca del río Murray-Darling. También es probable que en
No obstante, puede variar el carácter preciso de la crisis del agua, con diferentes puntos de presión según la región de la que se trate. Por ejemplo, Pakistán, un país que ya es árido, sufrirá las presiones de una población que crece rápidamente, desde 42 millones en
Habrá que encontrar soluciones en todas las “escalas”, lo que significa que necesitaremos soluciones hídricas dentro de comunidades individuales (como en el proyecto de las aguas por tuberías en Senegal), a lo largo del curso de un río (incluso si cruza fronteras nacionales) y, globalmente, por ejemplo, para combatir los peores efectos del cambio climático global. Para alcanzar soluciones duraderas serán necesarias relaciones de colaboración entre gobiernos, empresas y la sociedad civil, que pueden ser difíciles de negociar y manejar, puesto que estos distintos sectores de la sociedad a menudo tienen poca o ninguna experiencia de relaciones mutuas y pueden desconfiar muchos los unos de los otros.
La mayoría de los gobiernos no están muy bien preparados para enfrentar carencias hídricas serias. Por lo general, los ministerios del agua están llenos de ingenieros y funcionarios civiles no especializados en el tema. Sin embargo, las soluciones duraderas a los desafíos hídricos requieren una amplia gama de conocimientos especializados acerca de temas climáticos, ecológicos, poblacionales, de ingeniería, de política comunitaria y de culturas locales. Los funcionarios de gobierno también necesitan habilidades y flexibilidad para trabajar con comunidades locales, empresas privadas, organizaciones internacionales y potenciales donantes.
Un paso próximo y crucial es generar instancias de acercamiento entre líderes científicos, políticos y empresariales de sociedades que comparten problemas de escasez de agua -como Sudán, Pakistán, Estados Unidos, Australia, España y México- con el fin de llegar a ideas creativas que les den solución. Un encuentro así permitiría compartir información, lo que podría salvar vidas y economías. También subrayaría una verdad básica: el desafío común de un desarrollo sostenible debería unir a un mundo dividido por los niveles de ingreso, las religiones y la geografía.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y director del Earth Institute en
© Project Syndicate, 2009. www.project-syndicate.org.
Traducción de David Meléndez Tormen
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