jueves, 15 de noviembre de 2012

La deuda, los “recortes” y la sanidad

En este número del Observatorio de Salud que coordina el Grupo de Investigación sobre Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET) de la Universidad Pompeu Fabra (www.upf.edu/greds-emconet/), mientras tanto presenta un interesante trabajo titulado “Deuda, recortes y salud”. La intención de este artículo es aclarar algunas de las ideas falsas sobre este tema que vemos repetidas una y otra vez en los medios de comunicación a la vez que descubrir otros aspectos que habitualmente quedan ocultos. El artículo plantea la definición de deuda, la irrupción en Europa de la deuda (tanto en el sector público como en el privado), su impacto general en la sanidad (tomando como ejemplo Catalunya), así como la propuesta de realizar una Auditoría Ciudadana de la Deuda.

* * *
¿Qué es la deuda?
El concepto de la deuda es ambiguo, ya que abarca situaciones distintas que pueden entrar bajo la misma definición. La primera acepción según la de la Real Academia Española es: “Obligación que alguien tiene de pagar, satisfacer o reintegrar a otra persona algo, por lo común dinero”. Según algunos autores [1], la razón por la que la obligación de devolver una deuda es tan clara, se debe a que no se trata de una declaración económica sino de una declaración moral, por lo que se preguntan si, finalmente, la moralidad no es otra cosa que de la devolución de las deudas de las personas. Sin embargo, no todas las deudas tienen la misma magnitud ni el mismo respaldo legal. Así como hablamos de la deuda histórica o ecológica, de la deuda con las mujeres o de las deudas financieras, en realidad las únicas deudas cuya devolución es imperante, obligatoria y reconocida por todos son las deudas financieras. La pregunta que nos hacemos es: ¿Deben devolverse siempre las deudas financieras que alguien ha contraído? La historia y la antropología nos enseñan numerosos casos en que las deudas no fueron devueltas, como por ejemplo las investigaciones de Michael Hudson, un especialista en historia financiera y de la deuda, que muestran las cancelaciones de deuda periódicas desde la Edad de Bronce en Sumeria [2].

En los años ochenta del siglo pasado la crisis de la deuda en el Sur mostró con claridad el papel de la deuda como herramienta de “extorsión” a través de la cual se condicionan las políticas y la soberanía de los pueblos. La idea de que la justicia social debe estar por delante de las obligaciones de la deuda ha tomado la forma en las tres últimas décadas bajo el paraguas de lo que se ha denominado “deuda Ilegítima”, un concepto que ha sido cada vez utilizado con mayor profusión y precisión. A partir del año 2000, las organizaciones de la llamada sociedad civil, junto a buena parte del mundo académico, llegaron a la conclusión de que la deuda externa de los países del Sur debía cancelarse no sólo porque es inmoral que se priorice el pago de la deuda por delante del gasto social básico, sino también porque la deuda se había producido a través de mecanismos injustos. La definición de deuda Ilegítima que se consensuó en el Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG) en la campaña “¿Quién debe a quién?” destaca aspectos muy relevantes: considera ilegítima toda aquella deuda acumulada por préstamos que, directa o indirectamente, comprometa la dignidad de los ciudadanos o ponga en peligro la coexistencia pacífica entre los pueblos. Tal deuda se origina en acuerdos financieros que violan los derechos humanos y civiles reconocidos por los países en todo el mundo, o que ignoran las normas de las leyes internacionales que regulan las relaciones entre estados y entre pueblos [3].

Una de las herramientas más potentes para esclarecer los procesos de endeudamiento son las llamadas “Auditorías Integrales de la Deuda”, cuyo objetivo general es establecer “la legitimidad, legalidad y pertinencia de los préstamos, las negociaciones y renegociaciones”, donde “se señalan las responsabilidades y corresponsabilidad de los prestamistas, los impactos sociales, económicos y ambientales” y, sobre todo, en que se busca “la acumulación y ponderación de fundamentos para que el país emprenda acciones soberanas y reparadoras respecto de los pagos realizados y futuros” [4]. En la actualidad existen procesos de auditoría en países como Filipinas, Indonesia, Pakistán, Nepal, Brasil y Ecuador, entre otros, siendo ésta última la experiencia más exitosa hasta el momento. Realizada en 2007 a petición del presidente Rafael Correa, la Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público (CAIC) investigó los procesos de endeudamiento más relevantes ocurridos desde 1976 [5]. Las conclusiones del estudio no sólo determinaron que gran parte del endeudamiento era ilegítimo, sino que existían graves indicios de ilegalidad. Durante el periodo investigado, la diferencia entre los ingresos y las salidas registradas suponían una transferencia neta de 7.130 millones de dólares, a pesar de lo cual la deuda ecuatoriana había seguido aumentando desde 115,7 millones en 1976 hasta 4.200 millones en 2006. Tras la revisión del Informe de Auditoría, el presidente Correa presentó la propuesta soberana a los tenedores de títulos, ofreciendo el 30% del valor nominal de éstos. El 95% de los tenedores aceptaron la propuesta sin ningún tipo de cuestionamiento judicial. Con ello, los recursos liberados en los presupuestos de ese mismo año ya permitieron que el gasto público aumentara en un 70%, destinado especialmente a la sanidad y la educación. El ejemplo del enorme sufrimiento generado por la “crisis de la deuda” que tuvo lugar en América Latina debe servir a Europa para afrontar su propia crisis de una forma muy distinta, y evitar de esa forma el empobrecimiento y la vulneración de los derechos de sus ciudadanos.

La deuda llega a Europa
El estado de endeudamiento de algunos países europeos ha sido uno de los principales focos de atención durante los últimos meses. No obstante, la abundancia de desinformación y de “ruido” al respecto ha impedido que la mayoría de personas tengan una concepción clara de qué es lo que realmente ha ocurrido. Este artículo quiere desmitificar algunas de las ideas más repetidas que han calado en la opinión pública, a la vez que descubrir otros aspectos que han quedado en la más absoluta oscuridad. En concreto, nos fijaremos especialmente en las consecuencias que sobre el bienestar y salud de las personas tiene lo que se ha denominado “la crisis de la deuda soberana europea”.

En el caso del Estado español, el mayor volumen de deuda ha sido contraído por el sector privado, especialmente por las entidades financieras. La relación de esta deuda con el boom inmobiliario ha sido determinante. La política de los últimos gobiernos, tanto del PSOE como del PP, de socializar esta deuda, ha supuesto un potencial riesgo de deterioro de las cuentas públicas que conlleva un empobrecimiento de la población a través de los recortes del gasto público y de las diferentes reformas del mercado laboral, las pensiones, etc. Como punto culminante de ese proceso, la reforma del artículo 135 de la Constitución llevada a cabo en septiembre de 2011 asegura el pago de la deuda ante el gasto social, lo que atenta contra la justicia social y la soberanía. Según los últimos datos del Banco de España, la deuda total del estado español a finales de 2011 se situaba alrededor de los 4,3 billones de euros [6], cuatro veces el PIB. La parte de esta deuda que fue contraída por el sector público es un 18% (734.961 M€), las familias deben el 21% (857.496M€), las empresas no financieras el 31% (1.230.783 M€), y las empresas financieras un 29% (1.176.760 M€).

La deuda del sector público
Si desgranamos la información sobre el sector público español, los niveles de deuda son inferiores a los del resto de países europeos. Así, hasta 2011 y según datos de Eurostat, el Estado español tenía una ratio de Deuda Pública sobre el PIB del 68,5%, inferior a Alemania (81,2%), Francia (85,5%) o el Reino Unido (85,7%). En declaraciones de noviembre de 2011, Jean-Claude Juncker (primer ministro de Luxemburgo, anterior presidente del Consejo Europeo y en la actualidad presidente del Eurogrupo), lo puso en evidencia con las siguientes declaraciones: “Alemania tiene deudas más elevadas que España. Pero aquí nadie quiere saberlo”. Una vez evidenciada las falsas acusaciones sobre el sobreendeudamiento del sector público, la atención se centró en el déficit público. El aumento del déficit ha mantenido una tendencia creciente en España y ha superado los niveles de déficit de los países vecinos. El superávit de 1,9% del PIB en 2007 se convirtió a gran velocidad en déficits del 4,5% en 2008, 11,2% en 2009, 9,3% en 2010 y 8,5% en 2011. Al igual que en las crisis anteriores, la última también generó un aumento del déficit. No obstante, en esta ocasión la opción política ha sido distinta. El gobierno, bajo una aparente neutralidad, presenta como inevitable la necesidad de recortar el gasto público e imponer la “austeridad para los pobres” [7], a pesar de que las medidas no afectan a ciudadanos y ciudadanas de forma “neutral”, sino que las personas que más se ven afectadas son las de rentas más bajas, que acuden a la sanidad, educación y justicia pública y que gastan la mayor parte o la totalidad de sus ingresos en su consumo. Sin embargo, existían otras opciones Además, los actuales recortes demuestran cuáles son las partidas que el gobierno considera “lujos”, y que han sido recortadas en casi su totalidad, como son las relacionadas con el género, las de medio ambiente o la cooperación.

Las propuestas que buscan reducir el déficit con criterios de justicia social y ambiental se basan principalmente en establecer impuestos sobre las rentas más altas y, especialmente, sobre el capital. En cambio, el modelo tributario español basa su carga impositiva sobre las rentas del trabajo (un 98% para 2010). Es por eso que los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) publicaron un informe en mayo de 2012 en el que defendían una batería de medidas que, junto a la propuesta de crear un nuevo impuesto de sociedades del 35% para los beneficios a partir de un millón de euros, permitirían ingresar más de 63.300 millones adicionales al año. Entre las medidas tomadas está modificar la Ley de Instituciones de Inversión Colectiva para que se establezca un porcentaje máximo de participación en las Sicav de entre el 2 y el 5% del capital social, la prohibición de las operaciones en corto contra la Deuda Pública, o la que supondría gran parte de la recaudación, una reorganización en profundidad del Ministerio de Hacienda y la Agencia Estatal Tributaria (AEAT) que permita a los técnicos de Hacienda realizar auditorías operativas para el control del gasto público e investigar a las grandes fortunas y empresas, responsables del 72% de la evasión fiscal. Éstas son las otras políticas, las que nadie quiere ver. Por otro lado, mientras no exista voluntad política para aumentar los ingresos con criterios de justicia, continuará la tendencia de cubrir la necesidad de ingresos con emisión de deuda pública. En 2007, un 20% de los ingresos provino de emisión de deuda y para 2010 el porcentaje aumentó hasta alcanzar un 47%.

… y del sector privado
Los datos del Banco de España en junio de 2012 revelan que el endeudamiento familiar alcanza la cifra de 857.496 millones de €, de los cuales 653.974 millones (76,27%) corresponden a deuda hipotecaria. La ausencia de políticas para garantizar un alquiler accesible y el impulso del régimen de propiedad privada por parte de las administraciones públicas, así como la falta de regulación bancaria, incentivaron la concesión indiscriminada de préstamos hipotecarios y el sobreendeudamiento de las familias como única forma de acceder a una vivienda digna que, como recoge el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el artículo 47 de la Constitución española, es uno de los derechos fundamentales de las personas. Como muchos han evidenciado, especialmente el economista y estadístico José Manuel Naredo [8], se apostó por un modelo que promueve la vivienda libre y en propiedad en vez del alquiler y la vivienda social, un modelo que tendió a hacer construcciones nuevas para obtener plusvalías en vez de a conservar el patrimonio construido. Por otra parte, no todas las familias se endeudaron para comprar una vivienda. Con los datos de 2008, a final de la burbuja inmobiliaria, se observa que sólo un 50% de los hogares tenían algún tipo de deuda. De entre éstos, son las familias con rentas más altas las que presentan un porcentaje mayor de familias endeudadas o, dicho de otro modo, son las familias con rentas más bajas las que han dedicado un porcentaje mayor de su renta para pagar las deudas hipotecarias [9].

Las consecuencias de la crisis financiera en España arrojan unas cifras estremecedoras: 5.7 millones de personas desempleadas, 580.000 familias sin ingresos, y 1.737.600 familias en las que todos los miembros activos están en paro. Ante la imposibilidad de vender sus viviendas, y la bajada de precios de éstas, las familias desahuciadas se quedan sin hogar y a la vez siguen manteniendo más de la mitad de la deuda con las entidades financiera. Según la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), desde 2007 el número de procedimientos ejecutorios iniciados por impago de hipoteca ya ha afectado a más de 374.230 familias, y se estiman unos 400.000 desalojos. Como afirma Vanesa Valiño, directora del Observatori DESC Drets Econòmics Socials i Culturals [10]: “la legislación española supone un auténtico maltrato para las personas en situación de insolvencia” [11].

La justificación es que estas viviendas pasarán a manos del llamado “banco malo”, que buscará una salida para los pisos a partir de diciembre. Las viviendas de las cajas intervenidas, denominadas como activos tóxicos, pasarán a manos del banco malo, que deberá liquidarse dentro de 15 años. Como ha apuntado Adriá Alemany, la estrategia del gobierno será la de pagar un precio superior al de mercado para estas viviendas, lo que supondrá pérdidas para las arcas públicas en el momento de liquidación del banco malo [12]. Los recursos que recibirá este banco malo provendrán del Estado, ya que será el FROB el que aportará los recursos, que aún deberá endeudarse más. Por otra parte, la situación actual permite a las entidades financieras volver a hacer negocio con la vivienda ya que se la adjudican a un 50% del valor, a pesar de que se calcula que los precios han descendido en un 20%. Con todo, se estima que las entidades conseguirán unos beneficios de 37.500 millones de euros mediante estas operaciones.

En este artículo no entramos a discutir en profundidad el endeudamiento de las empresas. El caso de las entidades financieras, extremadamente vinculado a las deudas hipotecarias, responde a un criterio de socialización de pérdidas. Los constantes escándalos respecto a la gestión de estas entidades no dejan lugar a dudas sobre el trato preferente y los costes financieros y sociales que el modelo ha supuesto. En este sentido, queremos destacar el papel de las empresas no financieras, que acumulan una deuda de 1.176.760 millones de euros. Aunque no todas las empresas se han endeudado de la misma forma, sino que un 95% de esta deuda corresponde a las grandes empresas, aquellas que tienen a más de 250 trabajadores. De las 3.250.576 empresas españolas, solo 4.997 cumplen este requisito. La gestión de esta deuda y los próximos acontecimientos podrían suponer una nueva amenaza para el sector público, si éste asumiera de nuevo las deudas privadas.

¿Cómo nos afecta cotidianamente el pago de la deuda? El caso de la sanidad pública
Hoy en día, la evidencia de que la salud y la calidad de vida así como las desigualdades en salud están socialmente determinadas ha sido claramente establecida (OMS; CDSS, 2008). Hablamos de desigualdades sociales en salud como aquellas diferencias sistemáticas en salud entre grupos de población que se caracterizan por ser injustas y evitables y que fundamentalmente se deben a las estructuras sociales y el impacto que las instituciones y políticas sociales, económicas y legales tienen sobre diferentes grupos sociales.

En una situación de crisis económica y social como lo que estamos viviendo, que está produciendo una drástica reducción del presupuesto público (por lo menos 50.000 millones de euros en tres años), esas desigualdades aún se agravaran más. Si a esa situación de crisis le añadimos el pago de la deuda externa, aumentando así el déficit de financiación del sector público, no sólo tendremos más desigualdad sino que también tendremos, en valor absoluto, más población afectada por los recortes en la sanidad pública. Estos recortes afectaran con dureza a los que menos tienen pero también a las llamadas “clases medias” que dependen de la sanidad pública. Con todo ello, estamos asistiendo al derrumbe de uno de los grandes pilares del Estado del Bienestar [13].

Un buen indicador para medir el grado de desarrollo de la sanidad pública española es el gasto público sanitario por habitante comparándolo con el promedio de la UE-27. España está, junto con Grecia y Portugal, a la cola de la UE. En 2009, en España el sector público dedicó unos recursos en salud equivalentes al 6,7% del PIB, una cuantía inferior al gasto público medio en salud de los 27 países europeos que fue el 7,4% del PIB Europeo. Dicho de otra manera, tenemos un Estado del Bienestar en el área de salud inferior a nuestro nivel de riqueza relativa respecto a nuestro entorno europeo. Así pues, no estamos gastando demasiado en salud como nos hacen creer la mayoría de políticos y medios de información.

La polarización por clase social de la sanidad española se puede explicar a partir de este bajo gasto público. El 30% de la población española (la de renta superior) utiliza la sanidad privada mientras que el 70% restante, las clases populares (la clase trabajadora y la mayoría de las clases medias), utilizan los servicios públicos.

Otro de los impactos de la crisis o del posible pago de la deuda externa sobre todo aquello relacionado con la sanidad se observa en una privatización cada vez mayor de los servicios de salud, con una expansión del rol de las compañías aseguradoras del sector salud apoyadas por políticas fiscales, que van desde la desgravación fiscal a los subsidios, apoyos que se han incrementado exponencialmente. De manera similar, la gestión privada de los servicios públicos se ha acompañado de un incremento de los copagos y co-aseguramientos privados. Por otro lado no vemos ningún tipo de crecimiento, todo lo contrario, de la inversión en investigación en prevención y/o en las causas que general esas desigualdades en salud, cosa que a la larga hubiera sido mucho más efectiva para la población.

Un ejemplo muy concreto de lo que suponen los recortes en sanidad lo puede observarse en el caso de Catalunya [14]. Se estima que la reducción efectiva del presupuesto de Salud de la Generalitat de Catalunya para el 2011 ha sido de 1.540,7 M€ es decir un reducción del 15,6%, esto significa un gasto público en salud por cápita de 1.094,86 €, nivel inferior en términos nominales a la de 2006. Los recortes presupuestarios, obviamente, tendrán y están teniendo importantes efectos sobre el modelo sanitario y la salud de los ciudadanos y ciudadanas. Con respecto al personal, se estima que este recorte tiene unos efectos de reducción de la ocupación que afecta a 7.000 profesionales y trabajadores de la sanidad en dedicación a tiempo completo. Los efectos de los recortes sobre la degradación de los servicios públicos de Salud es evidente y actúan por dos vías: la menor actividad realizada y el deterioro de la calidad de la atención. Se cierran plantas en los hospitales, se reduce la utilización de quirófanos, se retrasan intervenciones, se suprimen servicios como los de la atención continuada en varios CAP (Centros de Asistencia Primaria), se reduce la prestación de los servicios de transporte sanitario, etc. No se trata por tanto de medidas que generan una “cierta incomodidad”. No, las medidas adoptadas tienen efectos, se reducen prestaciones , aumentan las listas de espera y se deteriora la actividad sanitaria afectando en mayor medida a los enfermos crónicos a la población más vulnerable.

Conclusiones
A través de este artículo hemos querido describir brevemente la situación actual de endeudamiento en el Estado español, y los procesos de traspaso de deuda desde unos sectores a otros. Las experiencias en el Sur nos han mostrado que la deuda responde a los intereses de acumulación por desposesión de las clases dominantes, y que las consecuencias sobre la población solo tienen una trayectoria posible. La urgente necesidad de destapar lo que en términos políticos y economicistas se transmite como un proceso natural e imparable, así como la propuesta de una Auditoría Ciudadana de la Deuda como herramienta para frenar estos procesos de injusticia social y degradación de las condiciones de vida nos parece la mejor opción para defender un modelo de sociedad todavía por construir. No debemos pagar una deuda que no hemos contraído. Ese debe ser un objetivo prioritario de las luchas sociales colectivas.

Notas:
[1] Graeber, D., Debt: The First 5.000 Years, Melville House Publishing (trad. cast.: En deuda. Una historia alternativa de la economía, Ariel, 2012).
[2] Hudson, M., “The lost tradition of biblical debt cancellations”. Disponible en: http://michael-hudson.com/1992/03/the-lost-tradition-of-biblical-debt-cancellations/
[3] Tarafa, G. y Fresnillo, I., “Deuda ilegítima: exigiendo justicia más allá de la solidaridad”. Disponible en http://www.odg.cat/documents/deutes/b56_Deuda_ilegitima_CAST.pdf
[4] Definición extraída de la Introducción del Informe Final Resumen Ejecutivo de la Comisión para la Auditoria Integral del Crédito Público (CAIC).
[5] Ibid.
[7] Roca, J., “La crisis económica y las respuestas políticas”. Publicado en la Revista de Economía Crítica, n.º 13. http://revistaeconomiacritica.org
[8] Naredo, J. M., “La cara oculta de la crisis. El fin del boom inmobiliario y sus consecuencias”, publicado en la Revista de Economía Crítica, n.º 7. http://revistaeconomiacritica.org
[9] Garzón, E., “No todas las familias españolas se endeudaron; ni lo hicieron al mismo nivel, ni para los mismos propósitos”. Disponible en: http://eduardogarzon.net/?p=288
[11] Valiño, V., “Ejecuciones Hipotecarias y derecho a la vivienda: estrategias jurídicas frente a la insolvencia familiar”. Disponible en: http://afectadosporlahipoteca.files.wordpress.com/2009/05/vanesa-valino-ejecuciones-hipotecarias-y-derecho-a-la-vivienda.pdf.
[12] Alemay, A., “Análisis sobre el impacto de las ejecuciones hipotecarias en el estado español”. Disponible en: http://afectadosporlahipoteca.files.wordpress.com/2010/11/anc3a1lisis-sobre-el-impacto-de-las-ejecuciones-hipotecarias-en-el-estado-espac3b1ol.pdf
[13] Benach J., Muntaner C., Tarafa G., Valverde C., La Sanidad está en venta (y también nuestra salud), Barcelona: Icaria, 2012.
[14] Datos extraídos del trabajo realizado por Agustí Colom, profesor de economía UB experto en sistemas de información en salud. Documento ”Análisis del presupuesto de Salud 2011 y propuestas alternativas por mejorar el sistema público de salud” elaborado por el Centre de Análisis y Programas Sanitarios (www.caps.cat).
Véase también: Ramon Serna, Albano Dante Fachin, Miquel Miras y David Vidal, "Observatorio de Salud: 5 ¿Quién y cómo privatiza nuestra sanidad? Por un modelo sanitario (catalán) sin corrupción" (30/08/2012), en mientrastanto.e, nº 105: http://mientrastanto.org/boletin-105/notas/observatorio-de-salud-5.

Inés Marco es miembro del Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG) y de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD).
Gemma Tarafa es miembro del ODG, del PACD y del Grup de Recerca Desigualtats en Salut (GREDS-EMCONET, UPF).

domingo, 11 de noviembre de 2012

Ocaso de la sanidad pública

La Unión Monetaria y las políticas fiscales aplicadas tanto por los gobiernos del PP como por los del PSOE han formado una enorme tenaza que está desarticulando poco a poco todos los elementos que configuran el Estado social. Conviene recordar ahora las paparruchas que se dijeron acerca de cómo las bajadas de impuestos no reducían sino que incluso aumentaban la recaudación, pura basura publicitaria para justificar los beneficios fiscales obtenidos por las rentas más elevadas. Era evidente, como así ha ocurrido, que los ingresos se resentirían en cuanto la burbuja especulativa desapareciese.

La reacción, por parte tanto de los gobiernos de Zapatero como por el de Rajoy, no ha consistido -tal como sería lógico pensar- en una reforma fiscal que devolviese la capacidad recaudatoria al sistema tributario, sino en ir laminando progresivamente las prestaciones sociales y los servicios públicos. En esta ofensiva, la sanidad se encuentra en primera línea. Es atacada desde dos frentes. El primero, reduciendo las prestaciones públicas o instaurando el copago en muchas de ellas. El segundo, privatizando la gestión, con lo que se precariza la asistencia sanitaria, al tiempo que se ofrece un suculento bocado a las empresas privadas.

Se aduce como justificación de dicha agresión la tendencia creciente que experimenta esta partida presupuestaria, y las dificultades que puede presentar en el futuro su financiación. Es un hecho incuestionable que en los últimos treinta años el gasto en sanidad ha crecido notablemente en todos los países desarrollados. Pero ello es algo lógico. La sanidad es lo que se llama en Economía un bien superior. Su consumo aumenta con la renta más que proporcionalmente, por lo que parece coherente que en los distintos países, a medida que se incrementa el PIB, se dedique una mayor proporción de este a gastos de salud.

Entre la disparidad de bienes que componen el consumo no parece que sean los gastos de sanidad los que haya que limitar y, por lo tanto, no debe preocuparnos que incrementen su participación en el PIB. Los gastos sanitarios son generadores de economías externas. Aun desde una óptica estrictamente económica, contribuyen al crecimiento de la productividad a través del perfeccionamiento del capital humano.

Se ha extendido el mito de que el gasto en sanidad no es sostenible, lo que constituye un claro sofisma porque, de una u de otra forma, las sociedades tendrán que detraer del PIB una parte cada vez mayor destinada a cubrir este tipo de necesidades. La única diferencia radica en saber si la provisión va a ser privada o pública, es decir, si se va a financiar mediante impuestos o a través del precio total o parcialmente.
En el segundo supuesto la cobertura no será la adecuada, excluyendo a muchos ciudadanos de su consumo. El hecho de que la sanidad sea privada en ningún caso implica que la proporción del PIB destinada a ella tenga que ser menor.

En modo alguno está demostrado que, a igualdad de calidad en las prestaciones, la gestión privada haya sido en la práctica más eficaz que la pública. El ejemplo más evidente es el de Estados Unidos, donde hasta ahora toda la gestión de la sanidad ha sido privada (incluso el 40% financiado por el presupuesto) y el gasto sanitario por habitante es tres veces superior al de nuestro país, a pesar de que una parte importante de la población no disfruta de la cobertura necesaria (el 16,5 % carece por completo de protección y el 56 % dispone de ella con cobertura limitada).

Cuando los defensores de la gestión privada realizan comparaciones olvidan casi siempre que en los mercados sanitarios público-privados se producen inevitables transferencias de recursos del sector público al privado, ya que este se dedica a las prestaciones rentables mientras que el sector público se ve en la obligación de especializarse en las más costosas y de asegurar la cobertura territorial.

Pero es que, además, se tambalea su fundamentación teórica: la competencia. En la asistencia sanitaria, el mercado, lejos de introducir elementos positivos, genera únicamente distorsiones y toda clase de ineficacias. La concurrencia está viciada desde el inicio por la radical inferioridad en la que se encuentra el paciente frente al médico o a la sociedad encargada de prestar el servicio, aunque únicamente sea por las dificultades lógicas del conocimiento de la materia y, por lo tanto, de la escasa información de la que dispondrá el enfermo y que le incapacitará en gran medida para poder elegir de manera fundada.

En pocos servicios como en la sanidad será tan imprescindible la existencia de una relación de confianza, relación que tiene todas las posibilidades de quebrarse en cuanto entra en juego la rentabilidad económica. En la mayoría de las prestaciones, no es el enfermo el que determina la demanda sino los facultativos y, en el caso de que estos tengan intereses monetarios, el paciente no estará nunca seguro de si las prescripciones obedecen a motivos objetivos o exclusivamente a razones crematísticas. Ello conduce como es lógico, a un aumento de la conflictividad y de los procesos contenciosos. Los litigios en los tribunales serán frecuentes, con el consiguiente incremento del gasto en justicia. Desde luego, la solución no será fácil. O bien el enfermo se encontrará totalmente inerme ante las posibles prácticas fraudulentas de los facultativos y de los servicios sanitarios, o bien, por el contrario, si los tribunales actúan protegiendo a los pacientes, los médicos estarán sometidos a un alto riesgo y se verán obligados a suscribir gravosos seguros que terminarán traduciéndose en un mayor coste de las prestaciones sanitarias.

Por otro lado, al ser pública la financiación, el Estado tendrá que mantener mecanismos de control sobre los organismos y servicios privados para garantizar la calidad y el coste, tanto o más complejos y onerosos que los que debe mantener sobre los servicios públicos.

La postura de algunos gobernantes, como la del actual presidente de la Comunidad de Madrid, resulta totalmente ridícula e inexplicable cuando pretende justificar la privatización de la gestión de la sanidad con el argumento de que la administración privada es más eficiente que la pública. Se desacreditan a sí mismos, ya que confiesan abiertamente su inutilidad como responsables de la administración pública. Ellos, en todo caso, serían los culpables de su mal funcionamiento. Si reconocen que no lo saben hacer, deberían dimitir y dejar su puesto a otros.
www.telefonica.net/web2/martin-seco

Juan Fco Martín Seco
República.com
http://www.republica.com/2012/11/08/ocaso-de-la-sanidad-publica_573719/

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Narciso y la crisis

La economía se presenta como una disciplina económica respetable. Es la única de las ciencias sociales que tiene un Premio Nobel. La sofisticación matemática de los modelos económicos, su elegancia formal, la dotan de un aura de seriedad innegable. El crecimiento económico experimentado en los dos últimos siglos le confieren legitimidad social, ya que en gran medida la historia del capitalismo industrial coincide en el tiempo con el desarrollo de la disciplina. Las instituciones económicas supranacionales son presentadas como centros de aplicación de los avances científicos a escala planetaria. Las recetas económicas se consideran parecidas a las recetas médicas, pensadas para curar a las sociedades enfermas y vigorizar al resto.

Una mirada en profundidad percibe que bajo esta fastuosa representación existen muchos puntos de fractura. El análisis económico dominante (lo que en la profesión llamamos “economía neoclásica”) es objeto de numerosas y acertadas críticas por las diversas corrientes heterodoxas (marxistas, sraffianos, institucionalistas, poskeynesianos, feministas, ecologistas políticos...) y por científicos de otras disciplinas (como los psicólogos cognitivos, los ecólogos, etc.). El crecimiento económico no ha garantizado el bienestar material básico al conjunto de la humanidad, y resulta cada vez más evidente que se ha sustentado en una depredación a corto plazo de un conjunto de bienes naturales irreemplazables. Las instituciones económicas como el FMI o la OCDE no solo han fallado repetidamente en sus previsiones, sino que a menudo han propiciado la aplicación de políticas que han generado mayores males que los que pretendían paliar. Pero todas estas críticas y fracasos no parecen haber afectado ni al pensamiento económico dominante, ni a las políticas que se practican ni al discurso de las élites. Los economistas, sus instituciones y los políticos que los apoyan son como Narciso, tan admiradores de sus propias ideas y modelos que parecen incapaces de llevar a cabo una revisión crítica de las mismas. Narciso acabó ahogado por su incapacidad para mirar otra cosa que no fuera su imagen reflejada en el agua. Por desgracia, el comportamiento de estos narcisos recae en millones de personas que no tienen la culpa de su egolatría, su incompetencia y su falta de sentido colectivo.

Los últimos sucesos son relevantes. El Fondo Monetario Internacional anuncia un importante cambio en sus previsiones económicas para el próximo año. Donde antes había estancamiento ahora se anuncia recesión. Se reconoce que las políticas de ajuste, que ellos mismos recomiendan, son las causantes de este cambio de previsiones, pero nadie asume ni el error anterior ni plantea en serio la revisión de sus políticas. Lo mismo ocurre en la Unión Europea, donde la troika sigue proponiendo “ajuste, ajuste, ajuste” sin importarle los costes sociales que provocan ni tomar nota de los efectos que dichas políticas están provocando en la dinámica económica. Siguen defendiendo el mantra de aligerar el Estado como vía para recuperar la economía, cuando la evidencia empírica existente muestra que los países con mayor peso de lo público están capeando mejor la crisis que aquellos donde este es más débil. Recientemente el ETUI (el Instituto de los Sindicatos Europeos, con sede en Bruselas) ha publicado un estudio sobe Letonia, el primer país al que se aplicó una política de ajuste diseñada por el FMI y la troika [1]. Un plan de ajuste basado en un fuerte recorte del gasto público y de los salarios privados, justificado para que mejorara la competitividad externa del país y las exportaciones tiraran de la economía; más o menos lo que ha constituido el modelo de ajuste que la ortodoxia económica lleva años propugnando. A pesar de que la economía letona está especialmente conectada con alguna de las economías que menos han padecido la crisis (los países escandinavos y Polonia), no hay evidencia alguna de que haya obtenido una mejora sustancial de la competitividad ni de que haya conseguido aumentar sustancialmente su cuota de mercado exterior. Lo único que parece haber mejorado la economía ha sido la emigración del 10% de su fuerza de trabajo y su traducción en remesas monetarias. Algo que también ha ocurrido en países como El Salvador o Ecuador. Ni el modelo ha cumplido sus previsiones ni parece posible que la economía europea fuera a ser capaz de absorber la emigración del 10% de la fuerza de trabajo de los países del Sur de Europa. El caso letón, aunque limitado, es significativo porque constituye un ejemplo de libro de un país que “hizo los deberes” sin calcular el coste social. Es lo mismo que constatamos día a día en Grecia, Portugal, España.

No comparto la visión de los que piensan que la crisis ha sido una mera conspiración para derribar al Estado del bienestar. Las crisis son consustanciales a la historia del capitalismo. Cuarenta años de neoliberalismo habían generado tal cantidad de problemas irresueltos y de estructuras inadecuadas que hacían bastante probable que la crisis tuviera lugar. Lo que resulta evidente es que, una vez iniciada, la combinación de intereses de las élites dominantes y de doctrinarismo intelectual está conduciendo a una regresión social sin precedentes. Las élites están cegadas por la bondad de su modelo y por las ganancias a corto plazo que el ajuste les proporciona. Pero el final de la historia no está escrito. Como Narciso, corren el peligro de ahogarse en su propio sueño. Aunque el principio de precaución nos obliga a no esperar sentados, a activar el proceso mediante acciones diversas —culturales, reivindicativas, políticas, propositivas— para acelerar el cambio. Y empezar por mostrar la evidencia de la distancia que media entre sus propuestas y su plasmación real constituye un elemento básico para construir la crítica.

Política del saqueo: postal de Catalunya
Es un hecho conocido que las políticas de ajuste contienen casi siempre una política de privatizaciones que beneficia a grupos privados. En teoría, la venta de bienes públicos se justifica no solo por la necesidad de equilibrar las cuentas públicas, sino también porque se supone que la gestión privada mejorará la eficiencia del sistema. Es otro de los “mantras” de la ideología neocapitalista que en muchos casos está lejos de probar su veracidad. En la práctica, más bien parece que estas “desamortizaciones” a lo que sí han contribuido es a enriquecer a unos pocos. Casi siempre, los gobiernos en dificultades malvenden sus activos y entregan “monopolios naturales” (empresas que desempeñan actividades económicas donde es difícil que pueda funcionar un mercado competitivo) que garantizan rentas abundantes y seguras. Los planes de privatización y ajuste iniciados en la década de los ochenta y la liquidación de la economía burocrática de Europa del Este son prolijos en experiencias nefastas.

En España también sabemos bastante de esta historia. Las privatizaciones del sector eléctrico, de Telefónica o de la banca pública, lejos de propiciar una mejora sustancial de la calidad de vida de la gente han sido fuente de grandes negocios para unos pocos. La crisis actual propicia un escenario novedoso favorable a una nueva oleada de privatizaciones que suponen otro saqueo de bienes públicos en favor de unos pocos.

Catalunya, con un gobierno que es más papista que el papa en materia de neoliberalismo, presenta una nueva colección de ejemplos de lo que significa la privatización. Algo que no debería sorprender de un Govern cuyo conseller de Economia i Universitats es el principal promotor de una escuela privada de economía —la Barcelona Graduate School of Economics— que desarrolla sus cursos en centros públicos y que ha obtenido una generosa financiación estatal. La política de privatizaciones sigue, además, una línea de promoción de los intereses privados a partir de instituciones públicas construido por los gobiernos de CiU, especialmente en la sanidad pública.

La gestión del agua [2]
Hasta ahora, donde la situación está más avanzada es en la gestión del agua. El agua en Catalunya ha sido un negocio desde hace años. No es casualidad que el mayor grupo privado de gestión del agua en España, Agbar, tenga su origen en la Sociedad General de Aguas de Barcelona, que gestiona el servicio en la capital catalana desde 1889. Ahora asistimos a una vuelta de tuerca en dos frentes. En primer lugar, la privatización de Aigües Ter Llobregat (ATLL), la empresa pública encargada del suministro del agua en alta, desde los pantanos donde se toma el agua hasta las zonas metropolitanas. La justificación es la deuda que mantiene ATLL, una deuda provocada fundamentalmente porque la compañía se vio forzada a realizar importantes inversiones a cuenta de la Generalitat y esta no aportó los fondos a los que estaba obligada. Ahora la deuda es la coartada para la privatización. Para hacerla atractiva, la Generalitat ha ido rebajando el precio de licitación, asumiendo la deuda, facilitando los plazos de pago y garantizando un importante aumento de tarifas que garanticen el beneficio. Según los cálculos de la propia Generalitat, el ganador pagará unos 300 millones de euros y tiene garantizado un beneficio de 1.800 millones. Si todo ello ya era de por sí escandaloso, esta semana se ha sabido que la empresa que resultaba mejor puntuada para quedarse con ATLL era el grupo Acciona (de la familia Entrecanales), pero un sector del propio Govern trata de alterar el resultado y dar por ganador al grupo Agbar.

Pero si esto ya es de por sí escandaloso, es peccata minuta frente a la segunda operación, la creación de una empresa metropolitana en el área de Barcelona para la gestión de agua en baja (suministro a hogares y negocios) y del saneamiento.

La historia de este segundo caso es enrevesada. Hace años, El País publicó una información según la cual Agbar gestionaba el agua de Barcelona sin tener contrato. En 2010, en un pleito privado el juez sentenció que la empresa no tenía derecho a su demanda porque operaba en una situación de irregularidad legal. Potencialmente esto abría una situación peligrosa para Agbar, pues corría el peligro de perder el contrato sin indemnización alguna (por ejemplo, abría la posibilidad a una remunicipalización). La respuesta de la empresa se dio en una doble vía: por una parte sobre el propio Consejo General del Poder Judicial, con el que acordó promover una fundación para tratar los problemas jurídicos de la gestión del agua, y, por otra, activando su densa red de conexiones con los políticos locales para llegar a una solución que le garantizara seguridad jurídica. Esta política en la sombra ha resultado a la postre rentable. Finalmente, la Corporación Metropolitana de Barcelona ha acordado crear una empresa conjunta con Agbar (de la que esta controlará el 80%) para la gestión en toda el área. Nada más y nada menos que un regalo a Agbar que de un plumazo le resuelve todos sus problemas legales, realizado con total discreción, sin ni siquiera convocar un concurso al que se pudieran presentar potenciales competidores. El apagón informativo ha sido total. Se llegó a silenciar una rueda de prensa de ICV-EUiA donde se denunciaba la operación. Cuando, desde la junta de la Federació d’Associacions de Veïnes i Veïns de Barcelona preguntamos a altos dirigentes socialistas por el tema, nos dijeron no saber nada (faltaba una semana para la aprobación inicial). La opacidad informativa ha sido básica para tapar lo que en cualquier lugar es un escándalo.

Ambas operaciones presagian un fuerte incremento del precio del agua que pagarán los particulares y la pérdida total de control público en la gestión de un elemento tan esencial como el agua.

Aunque ninguna de las dos operaciones está cerrada y existe una cierta respuesta no solo de activistas sino también de alcaldes que las ven como un ataque a sus intereses (algunos ayuntamientos cuentan con empresas públicas de gestión del agua, algunas mucho más eficientes que las gestionadas por Agbar, y la mayoría han aportado patrimonio que ahora pasará a manos de las empresas beneficiarias), es bastante probable que ambas operaciones acaben por fructificar. Y, según cómo acabe el concurso de ATLL, puede que toda la gestión del agua quede en manos de un monopolio privado, bajo control del grupo francés Suez Environment (y una participación minoritaria del privatizado CaixaBank).

La sanidad en venta
La sanidad siempre ha sido un negocio privado o, como está ahora de moda decir, un “partenariado público-privado”. La obsesión convergente por la sanidad privada ya supuso en el pasado una aportación millonaria de las arcas públicas a procesos fallidos o fraudulentos, como el del Hospital General de Catalunya o la Aliança.

Solo recientemente se ha podido sacar a la luz el saqueo a que ha sido sometida parte de la sanidad pública catalana por parte de sus gestores y las empresas concesionarias de servicios o constructoras de nuevos centros. La mayoría de estas irregularidades fueron descubiertas por la Sindicatura de Comptes hace unos años, pero, como se trata de un órgano colegiado, los pactos entre CiU y PSC impidieron que salieran a la luz. Ahora sabemos que se ha producido un sistemático drenaje de fondos, y están imputados varios de los principales directivos de la sanidad público-privada.

Lo que ahora se prepara es un paso más en esta estrategia de saqueo. Esta vez la información proviene de fuentes de segunda línea, y lo que dicen estas fuentes es que se está preparando una operación de privatización directa del Hospital Clínic de Barcelona, el antiguo hospital universitario de la ciudad. El Clínic lleva largo tiempo con problemas económicos y ha acumulado una deuda importante [3]. También ha sido pionero de una privatización a la carta, pues cuenta con un área de atención especial para enfermos de pago. Allí, por ejemplo, fueron atendidos el rey Juan Carlos y la multimillonaria Alicia Koplowitz; por lo que se ve, las listas de espera flexibles forman parte de esta atención especial. Ahora lo que se está preparando es una operación de privatización pura y dura en que la Generalitat asumiría la deuda y cedería a bajo precio el hospital. Entre las personas que parecen impulsar el proceso se encuentran el propio director del hospital y empresarios locales ligados al sector de la asistencia geriátrica (Raventós Negra, parte de la familia propietaria de Codorniu). Se habla incluso de capital catarí, en los últimos tiempos muy activo en la ciudad. De hecho, hace tiempo que entre los grandes proyectos estratégicos de las élites locales figura el de convertir la ciudad en un centro sanitario para los ricos del mundo, y el Clínic constituiría un centro de prestigio para vertebrar esta política. El déficit y la necesidad de apuntalar la sanidad pública con ingresos adicionales pueden ser la coartada para justificar esta política de regalo de patrimonio público al sector privado. Se trata de una acción impopular que de momento parece haber retrasado la operación hasta pasadas las elecciones (también en esto la derecha local se parece a la de Madrid), pero el peligro, para el Clínic y para otros centros, está ahí desde que la aprobación el año pasado de la llamada “ley ómnibus” autoriza al Gobierno catalán a vender o alquilar parte de los centros sanitarios públicos a operadores privados. Aparte de un negocio redondo, esto permitiría a las empresas privadas ofrecer unos servicios de calidad que hasta ahora todo el mundo sabía que estaban en la sanidad pública.

A la crisis llegamos con políticas corruptas en materia urbanística y de gestión de servicios públicos. La crisis es ahora la coartada para transferir a precio de saldo el poco patrimonio público que quedaba. Hace años Marx teorizó el concepto de “acumulación primitiva de capital” para mostrar que el despegue del capitalismo se había producido por un proceso de concentración de riqueza por medios políticos (en las colonias y en las metrópolis), por un cambio en las reglas del juego que, por ejemplo, había permitido pasar a manos privadas los terrenos comunales. Ciento cincuenta años después, resulta evidente que este tipo de procesos no son solo la prehistoria del capitalismo, sino que forman parte sustancial del modelo de acumulación de la era neoliberal. En este sentido, las políticas de amiguitos del Govern de Mas son rabiosamente modernas.

Notas
[1] R. Janssen, “Does austerity work after all?”, ETUI Policy Brief 9/2012.
[2] Toda la información correspondiente a este proceso puede consultarse en la página web de la Plataforma Aigua és Vida. La plataforma agrupa a una serie de organizaciones cívicas y ecologistas de Catalunya opuestas al actual proceso de privatización.
[3] La información solo la ha publicado el periódico digital eldiari.cat y firma la información el periodista Alfons Quintà.

Alberto Recio Andreu
Mientras Tanto