Manifestaciones de profesores y estudiantes en Portugal, en Italia, en Francia, en España: la privatización del saber es moneda corriente en esta Europa. Por ello, conviene recuperar de la memoria este discurso de Piero Calamandrei -jurista antifascista, uno de los padres de
Discurso pronunciado en el III Congreso en defensa de la Escuela Nacional. Roma, 11 de febrero de 1950.
Que existan escuelas de partido o escuelas de iglesia. Pero el Estado debe vigilar, debe regularlas; las debe mantener dentro de unos límites y debe conseguir funcionar mejor que ellas. La escuela estatal ha de ser una garantía para que no se caiga en algo que supondría el fin de la escuela, y acaso el fin de la democracia y la libertad; a saber: en la escuela de partido.
¿Cómo puede instaurarse en un país la escuela de partido? Se puede hacer de dos maneras. Una es el totalitarismo abierto, confesado. Mal que nos pese, ya lo probamos. Creo que todos los aquí presentes os acordáis de ello, pero resulta que hay mucha gente que ya no lo recuerda. Lo probamos bajo el fascismo. Todas las escuelas se convierten en escuelas estatales: la escuela privada no está permitida, pero el Estado se convierte en un partido, y así, todas las escuelas son escuelas estatales, y por ende, también escuelas de partido.
Pero hay otra manera de llegar a transformar la escuela estatal en escuela de partido o de secta. El totalitarismo solapado, indirecto, flojo, como ciertas pulmonías flojas que se presentan sin fiebre, pero que son peligrosísimas… Pensemos abstractamente en la hipótesis de que haya un partido en el poder, un partido dominante que formalmente quiere respetar
No quiere hacer la marcha sobre Roma ni transformar el Parlamento en un reducto de fascistas: lo que quiere es instaurar, sin que lo parezca, una dictadura en ciernes. Entonces, ¿qué ha de hacer para apropiarse de las escuelas y transformar las escuelas estatales en escuelas de partido? Se da cuenta de que las escuelas estatales tienen el defecto de ser imparciales. Oponen cierta resistencia: en esas escuelas la ha habido siempre, incluso bajo el fascismo. Así pues, el partido dominante elige otro camino (entendámonos: es una pura hipótesis técnica). Empieza a descuidar las escuelas públicas, a desacreditarlas, a empobrecerlas. Deja que les entre una anemia y empieza a favorecer las escuelas privadas. No todas las escuelas privadas. Las escuelas de su partido, de ese partido.
Luego, se empieza a dispensar todas las atenciones a estas escuelas privadas. Atenciones de dinero y de privilegios. Incluso se empieza a aconsejar a los chicos que vayan a estas escuelas, pues en el fondo son mejores -se dice- que las estatales. Tal vez se dan premios, como diré a continuación, o se propone que se den premios a aquellos ciudadanos dispuestos a mandar a sus hijos a las escuelas privadas en vez de a las públicas. A “esas” escuelas privadas. Los exámenes son más fáciles, se estudia menos y se obtienen más éxitos. De este modo la escuela privada se vuelve una escuela privilegiada. El partido dominante, al no poder transformar abiertamente las escuelas estatales en escuelas de partido, hunde en la miseria la escuela de Estado para dar prioridad a las escuelas privadas. Cuidado, amigos, en este convenio es éste el punto sobre el que hay que discutir. Cuidado: ésta es la receta.
Hay que vigilar a los cocineros de esta baja cocina. La operación se lleva a cabo de tres maneras; ya os lo he dicho: arruinar las escuelas estatales. Dejar que se suman en la miseria. Empobrecer sus presupuestos. Ignorar sus necesidades. Atenuar la vigilancia y el control en las escuelas privadas. No comprobar su seriedad. Dejar que enseñen profesores que carecen de los títulos mínimos para enseñar. Dejar que los exámenes sean bromitas. Dar dinero público a las escuelas privadas. Ésta es la cuestión. Dar a las escuelas privadas dinero público.
Rebelión. Traducción Gorka Larrabeiti
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