El pasado mes de Septiembre se ha cumplido un año del
nacimiento de la Marea Verde en defensa de la educación pública. Un año
después podemos afirmar que el fenómeno de las Mareas no es algo
aislado, sino que compone (ahí está la Marea Blanca como su mejor
expresión) una nueva realidad organizativa. Queremos identificar alguna
de sus particularidades para responder a la pregunta inicial:
¿Prefiguran las mareas un nuevo sindicalismo?
1.- De la defensa de lo público a las comunidades
La diferencia esencial del movimiento de
las Mareas con las concepciones tradicionales del sindicalismo es el
haber abandonado la defensa de los servicios públicos como conflictos
corporativos que se vinculan de forma exclusiva a las reclamaciones
salariales inmediatas de los y las profesionales. El éxito de las
movilizaciones de las Mareas Verde y Blanca se debe a que han sabido
abrir el problema de los recortes a toda la sociedad. Apelando a las
comunidades como defensa fundamental de los servicios públicos se
introduce la idea de que la salud o la educación son cuestiones comunes
que necesariamente deben ser defendidas por todo el mundo.
Al abrirse la problemática a la sociedad al
completo se empieza a romper la frontera entre usuarios de un servicio y
profesionales del mismo. Se establece la noción básica de que centros
de salud, colegios y hospitales son espacios de y para cualquiera. Así
se supera la idea de que un servicio público es competencia exclusiva de
la administración pública.
En los últimos años, el discurso neocon de
ataque a los funcionarios públicos se había sostenido precisamente sobre
una condición de privilegio de estos profesionales en relación al
resto, por unas mejores y más estables condiciones laborales “pagadas
por todos”; las Mareas han demostrado, como se decía, que no luchan solo
por mantener esos beneficios sociales y además han hecho visible lo
avanzada que está la precariedad en el empleo públicos (interinos,
laborales, subcontratas, externalizaciones). Los conservadores-liberales
también les acusaban de “vagos”, de “no hacer nada”, de “estar chupando
del bote”; las Mareas han demostrado que a muchos empleados públicos
les importa muchísimo lo que hacen y están dispuestos a renunciar a
salario (con las huelgas) y a méritos (con las dimisiones de cargos de
responsabilidad) para defender el servicio.
Esa apertura está llena, además, de
afectos, de complicidades y guiños constantes entre comunidades y
profesionales que reproducen un lazo social, un vínculo que favorece el
apoyo y que convierte a cada persona en co-participante de las
movilizaciones.
2.- Huelga intensiva, toma de la ciudad y comunicación.
En las últimas semanas hemos visto
intensificarse la campaña por “regular el derecho de huelga” por un
único motivo, las Mareas han colocado en el centro la idea de la huelga
intensiva, como uno de los mecanismos esenciales de conflicto.
Se entiende que para bloquear las
dinámicas de reproducción del propio servicio público es necesario
bloquearlo de manera más o menos constante. Esto, que fue un debate
intenso el inicio de la Marea Verde (huelga indefinida o huelga
puntual) En el caso de la Marea Blanca es la constante habitual y ha
sido capaz de sostenerse poque han incorporado dos elementos que pueden
ser fundamentales para comprender su éxito: un sistema de rotaciones que
distribuye las cargas económicas de la huelga y un especial celo en
mantener una excrupulosa cobertura de la atención sanitaria hacia
aquellas personas o situaciones que más lo necesitan.
Esta huelga intensiva no se limita a la
detención del servicio, sino que se acompaña con otra serie de
cuestiones que apuntan a la victoria en los conflictos abiertos con la
administración como una cuestión de democracia, gobernabilidad y dominio
del espacio urbano. Las Mareas toman la ciudad en grandes
movilizaciones que bloquean el tránsito y que atraviesan los medios de
comunicación demostrando la ingobernabilidad de la situación. Se trata
de producir desorden, de demostrar una anomalía.
Así, la huelga se acompaña con encierros,
acciones de desobediencia civil e incluso la presión directa a las
instituciones rodeando la asamblea de Madrid, las consejerías, etc.
Todo ello construido con una potencia
comunicativa independiente capaz e llegar a casi todos los públicos a
través de la comunicación vía redes sociales que conecta los distintos
centros y un impresionante depliegue en formatos tradicionales
(cartelería, pancartas, pegatinas, camisetas…). En relación al uso de
las redes sociales está siendo especialmente relevante en la Marea
Blanca, dónde en vez de haber una “cuenta de la Marea” hay cuentas
abiertas centro a centro y la idea de Marea es un logo abierto, común,
participable por cualquiera. Además la estrategia comunicativa se ha
apoyado en ambas mareas en una amplia producción de conocimiento
teórico-técnico para atacar uno a uno los argumentos utilizados por la
Comunidad de Madrid para justificar los recortes.
3.- Paradoja sindical y democracia organizativa
Se da la paradoja de que cuanto más
estructurada y potentes son las estructuras sindicales tradicionales en
los servicios públicos, más difícil es que estas dinámicas de las Mareas
se desarrollen por completo. Así, la Marea Blanca, que tendría a priori
menor potencia sindical clásica (a pesar de la presencia de los
colegios profesionales o los sindicatos de tipo corporativo) que
espacios como la educación pública, es capaz de generar una dinámica de
conflicto mayor.
Los servicios públicos de transporte o de
comunicación, con niveles más altos de sindicación tienen muchas
dificultades para desarrollar este tipo de prácticas y producir esa
alianza “profesionales-usuarios/as” que es clave para el desarrollo del
conflicto. En la última huelga de Metro en Madrid hemos visto cómo esas
diferencias remitían levemente porque las redes sociales han activado
esos afectos de mutuo reconocimiento, pero no se ha configurado como
Marea. No hay carteles hechos a mano en los túneles que expliquen el
conflicto, no nos invitan a movilizaciones imaginativas tipo “Yo no
pago” para potenciar la participación de las personas en el conflicto
como algo propio. personal en los vagones o en las salidas del metro
contando que se movilizan por la defensa de un servicio público, no solo
por mantener ciertas condiciones laborales. Algo similar sucede con las
movilizaciones de defensa de Telemadrid, con muchas dificultades para
construir como común una televisión que ha sido la punta de lanza de la
manipulación en la Comunidad de Madrid (Con la oposición, eso si, de los
y las profesionales de la misma)
La Marea Verde estuvo claramente atravesada
desde el principio por relación conflictiva que se viene produciendo en
diferentes ámbitos entre las institiuciones políticas tradicionales y
las nuevas formas de expresión política surgidas a partir del 15M.
Organizada de forma asamblearía en el marco de la explosión movilizadora
del 15M entre interinos, funcionariado y posteriormente una parte de la
comunidad educativa , se encontró con unos sindicatos educativos
mayoritarios que al tiempo que mantenían una posición de escucha y
facilitación de los espacios de encuentro querían mantenerse a toda
costa como cabeza visible e interlocución necesearia con con la
Comunidad de Madrid, pese a que ésta les ignoraba sistemáticamente. Los
sindicatos de concertación, que veían la propia Marea con interés (por
su potencia) y con recelo (porque esa potencia podía poner en crisis su
hegemonía) apostarón por limitar el alcance de la movilización por temor
a una posible derrota que los dejara en una peor posición.
4.- ¿Podemos soñar?
Imaginemos un desarrollo de estas dinámicas
de Mareas como instituciones socio-sindicales de nuevo tipo. ¿Podríamos
pensar estructuras sindicales en las que las comunidades
no-profesionales, los y las usuarios de los servicios tuvieran voz y
voto? ¿Es posible democratizar las instituciones sindicales para
ponerlas al servicio de una dinámica comunitaria? ¿Que tipo de
reivindicaciones de carácter ofensivo se podrían producir? ¿Podemos
pensar que un nuevo sindicalismo pasa no solo por la defensa de las
condiciones de vida de los profesionales, sino también por la defensa y
el desarrollo de los servicios públicos que ofrecen? ¿Qué poder pueden
tener ahí las comunidades? ¿Puede la propuesta de las Mareas extender a
sectores que no sean el empleo público? ¿Puede sobrevivir el
sindicalismo tal y como lo hemos conocido hasta ahora si no asume estas
posiciones?
Madrilonia.org
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