A los argumentos clásicos a favor de la sanidad pública
—una obligación social hacia los demás y los buenos resultados en salud
que disfruta España— es necesario añadir la aportación económica al
país.
Ya en 1993 Robert Fogel, premio Nobel en economía,
comentó: "El tren fue el motor económico en el siglo 19, el automóvil en
el siglo 20 y la innovación en el sector salud lo será en el siglo 21".
La crisis económica en España nos ha hecho olvidar que
la creación de un sistema de salud universal como el nuestro ha aportado
bastante más a la economía que lo que ha costado y que, por lo tanto,
es contradictorio no protegerla como un activo más.
En un estudio reciente, Bloom and Canning indican que
la buena salud de la población inyecta al crecimiento económico del 0,3%
al 0,5% anualmente. Sumemos eso a lo largo de los últimos 35 años y
evaluemos quien ha aportado más a la economía, ¿los bancos o la sanidad
pública?
La creación de un sistema universal de salud ha
generado miles de puestos de trabajo. Más de medio millón de personas
trabajan directamente en la Sanidad en España e indirectamente por lo
menos otro medio millón.
La inversión en prevención, en infraestructuras y
especialmente en atención primaria en nuestro país ahorra millones todos
los días, al atender a gente que en otros países aparece en la parte
más cara del sistema de salud: las urgencias.
Un enorme número de estudios indican que la gente sana
es más productiva. Los empresarios deberían ser los primeros defensores
de la sanidad pública, no los que la ponen en duda. La mejor salud lleva
a muchos a ahorrar más, porque la gente ahora vive más y piensa más en
sus necesidades económicas futuras. Los niños sanos aprovechan mejor la
educación y la educación proporcionará unas profundas consecuencias
económicas en la vida de ese niño y de ese país.
Este razonamiento es perfectamente compatible con la
necesidad creciente de ser más eficientes en la sanidad. La
productividad debe mejorarse, como en cualquier otro sector, y los
profesionales de la salud son conscientes de la necesidad de cambios en
este sentido. Mejorar la productividad interna del sistema de salud es
también bueno para la economía.
Los países que no disponen de un buen sistema público
de salud no disfrutan de esas ganancias económicas y, lo que es peor,
cosechan peores resultados en salud que nosotros. Estas razones y la
solidaridad llevaron a la Administración estadounidense actual a una
reforma de la sanidad, llamada coloquialmente Obamacare.
Con el chantaje de paralizar la aprobación del
presupuesto en Estados Unidos, estos días, el Partido Republicano no
está en contra de la reforma porque tema que no funcione; lo que teme es
lo contrario, que funcione. Y que poco a poco la gente tenga cobertura
sanitaria gracias a los demócratas. Para ello están dispuestos a
paralizar el Gobierno.
La sanidad debe ser vista como un motor económico en
España. Es necesario empezar a razonar en el sector en términos de
inversión y no de contención del gasto. Visto así, la clave no es gastar
menos, sino mejor.
Gastar menos en algunos casos es negativo. Este es el
caso del copago, tan debatido en España. Los estudios recientes indican
que muchos pacientes no toman los medicamentos beneficiosos que les han
prescrito. Si se les pone aún más copago, la consecuencia será más
enfermedades renales, más ictus, más infartos y más diabetes, todos
descompensados en urgencias. El ahorro será a corto plazo y a
consecuencia de mucho sufrimiento y muerte más adelante. Somos el único
país del mundo que piensa que el ahorro inmediato conseguido con copagos
es un indicador de política sanitaria eficaz.
Gastar menos conlleva un riesgo seguro: afectar
negativamente a la salud de la población, pero también a uno de los
motores económicos del futuro de España. A eso se le llama una situación
lose-lose; una circunstancia en la que todos salen perjudicados, ¡incluida la economía!
¿Y cómo se gasta mejor?
Es necesario organizar el sistema asistencial para que
María pueda ser tratada de su diabetes antes de que se complique y así
no tenga que aparecer en urgencias y sufrir amputaciones. Lo mismo para
que Pedro pueda controlar su hipertensión y no tenga un infarto que será
carísimo para él y para el sistema de salud.
Es España no tenemos aún ese sistema, pero ya sabemos financiar y organizar un sistema así. ¿Por qué no hacerlo?
Los resultados del sistema de salud de EEUU son peores que los del sistema nacional de salud en España
En ambos lados del Atlántico necesitamos una Sanidad fuerte, para la gente, para la economía y para la investigación.
En estos momentos, el sistema de salud de Estados
Unidos tiene peores resultados que nuestro Sistema Nacional de Salud.
Sin embargo, si Obama consigue implantar su reforma —que ya es ley— y
España se queda atrapada en una simple lógica de contención del gasto,
los norteamericanos tendrán pronto un mejor sistema de salud que
nosotros.
Rafael Bengoa es director del
Deusto Business School Health y Senior Leadership Fellow de Harvard. Ha
sido consejero de Sanidad del Gobierno vasco.
El País
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