Leo en O Militante un artículo titulado “O Estado assistencialista ou a esmola como política oficial” (El Estado asistencialista o la limosna como política oficial) de José Augusto Esteves.
Y curiosamente, mientras tanto oigo en la radio un spot de la campaña
electoral del PP en el que se propugna para Catalunya que la política
cultural sea financiada por patrocinadores privados. La coincidencia me
produce escalofríos, no sólo por el progresivo abandono de las funciones
del Estado tanto en temas sociales como en los culturales que
significan la configuración en alzado, creación, valores, solidez,
identidad y libertad de un colectivo, sino porque cuando miro a Grecia y
a Portugal me siento visitada por los fantasmas de las navidades
futuras en el probable caso de que el próximo 20-N sea el PP quien
arrase en las urnas. Y opino entonces que hay demasiada gente quieta,
callada, que no se deja ver, que no está defendiéndose de la realidad
que nos amenaza (con o sin campañas electorales, todo hay que decirlo),
ni ocupando las calles y las plazas… Y que incluso los partidos que se
reclaman de la izquierda se pronuncian de manera demasiado plana. Porque
no se trata solamente de no callar. Se trata de denunciar, con todas
las alarmas en funcionamiento, de que los programas liberales que
amenazan con ganar las elecciones también en España, suponen la conversión de los derechos sociales (y de la cultura en Catalunya) en beneficencia pública y privada. Y esta apuesta por la humanidad, la rebeldía y los hombres y mujeres en pie (dempeus) no caduca el 20-N, ni mucho menos.
Tomo de Esteves la afirmación de que “el Estado como garante y protector de los derechos sociales universales -
como expresión institucional de los logros más importantes de la lucha
del movimiento obrero y reflejo en la historia de una sociedad
alternativa al capitalismo – ha sido sometido durante mucho tiempo al
fuego cerrado de los que aspiran a volver a un pasado de explotación
laboral sin límites y sin restricciones. Esta ofensiva, provocada por
los grandes centros del capitalismo internacional, se articula con el
proceso de contra-revolución que están llevando a cabo las fuerzas de la
troika unidas en el pacto de la agresión e intervención del FMI y la
Unión Europea.” En Portugal el programa de Passos Coelho (el Mariano Rajoy
luso) está vendiendo los servicios públicos y promueve su creciente
comercialización con soluciones de colaboración público-privada (¿les
suena?) mientras limita el acceso a los derechos y beneficios sociales
con una regulación restrictiva orientada hacia el desmantelamiento de un
Estado con responsabilidades que están recogidas no sólo en los
Derechos Humanos, sino en la Constitución. Y eso mismo está pasando ya
en España, incluso se votó hace pocos días en el Parlamento como reforma
constitucional “obligada” por “los mercados” ¿verdad que sí les suena?
Pero veamos que más puede seguir… Por ejemplo, en Portugal, una parte
significativa de la población ocupada, con bajos ingresos, comenzó a
ser excluida de servicios como el subsidio familiar, la ayuda escolar,
el complemento social de las personas mayores, del subsidio de
desempleo, las rentas de integración social, el reembolso de
medicamentos, el transporte no urgente de pacientes, los descuentos en
transportes de personas mayores, etc…
Por lo que a la evolución del sector de la salud portugués se
refiere, con el creciente papel desempeñado por las grandes empresas y
otros intereses privados entre los que se incluye la gestión de las
unidades del Servicio Nacional de Salud, la enfermedad se está
convirtiendo en un negocio altamente rentable ya que el acceso universal
deja paso a seguros contratados con mútuas (¿les sigue sonando la
musiquita?) con un progresivo vaciamiento de las responsabilidades del
Estado en el sector sanitario. En el caso de Portugal, para las personas
que carecen de medios, se ha puesto en marcha un programa que pervierte
el concepto de política social en caridad: se trata del Programa de
Emergencia, que muestra con transparencia cristalina las concepciones
ideológicas de sus promotores en relación a la pobreza. Su visión nos
recuerda no sólo la cruda realidad del fascismo, pero
que nos devuelve a los crudos tiempos de la revolución industrial en
Inglaterra, replicando las respuestas e ideas de las clases dominantes
sobre las las condiciones de pobreza dramática de las clases
trabajadoras con las famosas Leyes de Pobres, sus
medidas de castigo y la aplicación de la norma de asistencia por el
trabajo como condición para tener derecho a la ayuda de la parroquia.
También se oyen amenazas de este estilo en la campaña electoral que
vivimos en España. Se coquetea torpemente con la idea de condicionar la
prestación por desempleo a una especie de prestación de trabajo
gratuita… sin ni siquiera cuestionar el origen del derecho al
subsidio de desempleo se encuentra en un sistema en el que los
beneficiarios son solidariamente responsables con sus propias contribuciones y lo garantizan, o, dicho de otra manera, se trata de un derecho financiado por los que trabajaron e hicieron deducciones de seguridad social…
y no es un regalo de nadie, y menos de las alas más ultraliberales de
los populares europeos en versión portuguesa o española… o inglesa,
porque también David Cameron está hablando en Inglaterra de la “Big
Society”, una operación de engaño que también aspira a más voluntariado, más caridad y menos Estado,
liberando con ello de responsabilidad al Estado en el desempeño de las
funciones sociales y transformando, también en Gran Bretaña, los
derechos sociales en limosna.
Si este asalto al progreso humano y a la democracia, si este
retroceso de siglos en los avances de civilización se avalan en las
urnas el 20-N ¿nos estamos dando cuenta de verdad de qué vida nos
espera, de cómo no sólo estamos sacrificando nuestra dignidad sino
nuestra inteligencia, de que estamos minando cualquier perspectiva de
futuro para nosotros mismos y quienes están por venir si no nos rebelamos… si no nos damos cuenta de que SOMOS MÁS?
Angels M. Castell
Punts de Vista
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