Este verano apareció en la "red" un documental realizado por Diego
Marin Verdugo sobre la protesta de los estudiantes chilenos. El vídeo se
titula "MalEducados! El problema de la educación en Chile". Puede verse
al final de esta nota, y merece la pena hacerlo.
La idea central de las reivindicaciones de los estudiantes chilenos,
tanto universitarios como de enseñanza media, es que la enseñanza no
debe ser una mercancía. Considerar la enseñanza como una mercancía
significa producirla con el fin de obtener un beneficio, una plusvalía,
de valorizar el capital invertido. Por eso, los estudiantes chilenos
corean "No al lucro" en sus manifestaciones. Desde el punto de vista del
"consumidor", la enseñanza como mercancía significa enseñanza sólo al
alcance de los más pudientes. La calidad de la enseñanza media depende
en Chile de la capacidad adquisitiva. Acceder a la enseñanza
universitaria depende de tener dinero para pagarla. Según el testimonio
personal de unos estudiantes chilenos, la Universidad en Chile cuesta
una media de 400 euros al mes. Teniendo en cuenta las diferencias de
nivel de vida entre nuestro país y Chile, tendríamos que multiplicar esa
cifra al menos por 3 para entender su significado real (el PIB per
cápita de España es de 31.457 dólares y el de Chile de 15.800. Pero
Chile es un país mucho más desigual que España: el coeficiente de Gini
—cuyo valor 0 expresaría la igualdad total y el valor 1 la máxima
desigualdad— es en Chile de 0,557 y en España de 0,325. Como muestra de
ello, el salario medio en España se sitúa en unos 1.600 euros mensuales,
mientras que el de chile apenas supera los 500). Estamos hablando,
pues, de una cantidad equivalente a 1.200 euros mensuales aquí. Eso es
lo que viene a pagar en España un estudiante por un curso completo de
derecho, por ejemplo; en cambio, en Chile, la cuota mensual de la
universidad se "come" prácticamente el salario medio mensual de un
trabajador. Por eso las familias trabajadoras o los propios estudiantes
tienen que sobreendeudarse para poder pagar la universidad.
Boaventura de Sousa Santos ya advertía sobre el peligro de la
mercantilización de la universidad en un texto titulado "La universidad
del siglo XXI". Su diagnóstico y sus predicciones pueden verse
plenamente confirmadas en Chile. Por su parte, Manuel Sacristán señaló
ya en los años setenta la contradicción existente entre la universidad
accesible a la mayoría y una sociedad capitalista (en "La universidad y
la división del trabajo". El texto editado en Sevilla en 1972 puede
descargarse de aquí, pero tiene bastantes erratas. Una edición mucho más cuidada puede encontrarse en el volumen titulado Intervenciones políticas, editado por Icaria en 1985; esta edición puede consultarse online, pero no descargarse, en este enlace).
Según Sacristán, la sociedad capitalista es una sociedad elitista, y la
universidad ha proporcionado tradicionalmente una parte importante del
sustrato simbólico de ese elitismo mediante el prestigio de sus títulos.
Sin embargo, en la actualidad un 40% de los jóvenes españoles de entre
25 y 34 años posee un título superior. Es un porcentaje muy superior
tanto a la media de la UE como a la de la OCDE (32%). La universidad
española ha sido estos últimos años una de las más "democráticas" del
mundo en cuanto a la posibilidad de acceso a la misma. Ése es un dato
tremendamente positivo, pero también dificulta la legitimación de la
jerarquía social. Tener un título universitario no puede ser presentado
convincentemente como justificación de los privilegios laborales o
sociales.
Sacristán auguraba una rejerarquización interna de la universidad y
de sus títulos como salida del sistema para superar la contradicción.
Esa profecía se está cumpliendo plenamente en Europa. La distinción
entre "grado" y "máster" introduce una diferenciación jerárquica donde
antes había sólo licenciados. Pero la jerarquización intrauniversitaria
se está llevando a cabo en Europa sobre todo por medio de otro
mecanismo: poniendo a competir a las universidades entre sí para asignar
el grueso de los recursos a las vencedoras.
Gran Bretaña es el país europeo más adelantado en este proceso. Alex
Callinicos describió hace unos años la situación de la universidad
británica en un libro titulado Las universidades en un mundo neoliberal, que puede encontrarse en esta web.
Según Callinicos, los gobernantes británicos vienen considerando
desde la época de Blair que Gran Bretaña puede tener media docena de
universidades competitivas a escala global. Hay 19 instituciones
universitarias compitiendo decididamente por uno de esos 6 puestos. El
resto ni siquiera cuentan. No podrán dedicarse a investigar (al menos
con fondos públicos). Se tendrán que conformar con la enseñanza. De
hecho, ya en 2001 quince universidades británicas recibían más del 60%
de los fondos públicos para investigación. Y el porcentaje sigue
creciendo.
La competencia se basa en evaluaciones realizadas en períodos
irregulares. Estas evaluaciones se comenzaron haciendo mediante el
procedimiento del peer review (al estilo de la evaluación de
los "sexenios" de investigación de los profesores españoles). Pero, como
resultaba demasiado caro, ahora se hacen utilizando métodos
cuantitativos como la llamada "bibliometría". Para mejorar sus
posiciones, las universidades británicas fichan a académicos "estrella" a
la manera de los clubes de fútbol. Estas "pichichis" de los puntajes
bibliométricos tienen unas condiciones laborales y salariales
absolutamente privilegiadas. Los profesores que no dan el puntaje mínimo
requerido son obligados a firmar contratos exclusivamente docentes,
excluyéndoseles de la actividad investigadora (una tendencia que está
apuntándose ya aquí por medio de los llamados "Planes de Dedicación del
Profesorado" (PDP), que, sobre la base de puntuaciones arbitrarias
basadas en criterios bibliométricos y utilizando criterios no
explícitos, establecen las horas que cada profesor debe dedicar a
docencia y a investigación). Por su parte, el profesorado británico en
general ve aumentado su índice de precarización (por ejemplo, los
estudiantes de posgrado han de dar las clases de los investigadores
estrella), congelados o disminuidos sus salarios e incrementado el
número de estudiantes a su cargo y de horas de docencia. Mientras tanto,
los gerentes de las universidades se consideran a sí mismos ejecutivos
de grandes empresas, y por tanto cobran un sueldo en consonancia con
ello (y estamos hablando de retribuciones de varios cientos de miles de
libras al año…).
La experiencia chilena y la británica tienen algo "bueno" para
nosotros: nos permiten atisbar dos escenarios posibles de futuro. Uno,
el de la universidad como negocio y la enseñanza universitaria como algo
accesible sólo para los más ricos, o sólo a costa de hipotecarse hasta
las cejas. El otro es el de la jerarquización de las universidades. La
élite universitaria concentraría la mayor parte de los recursos públicos
para investigación y contaría con el profesorado más prestigioso. El
resto de las universidades fabricarían títulos sin valor de mercado.
Obviamente, la mercantilización y la jerarquización universitarias
pueden combinarse y dar lugar a un escenario aún más siniestro (como
podría ser el de Estados Unidos).
A propósito de estas negras perspectivas, es necesario recordar que
Aznar fue un gran adalid de las universidades privadas durante su
mandato. La resistencia de los rectores de las universidades públicas
impidió la liberalización del "mercado universitario", pero ahora esa
resistencia parece muy debilitada a causa del déficit y del
endeudamiento de las instituciones universitarias. La actitud
"comprensiva" del rector de la UB frente al recorte del 15% del
presupuesto para universidades de la Generalitat fue una buena muestra
de ello. La perspectiva de una victoria aplastante del PP en las
elecciones generales ensombrece aún más el panorama. Ya hemos visto su
actuación en materia educativa en las comunidades que gobiernan. Un
gobierno del PP a escala estatal (con mayoría absoluta o gobernando en
coalición con CiU) significaría una gran contrarreforma educativa en
toda España. Sólo una gran movilización ciudadana podría impedirlo.
José A. Estévez Araújo
Mientras Tanto
http://www.mientrastanto.org/boletin-95/notas/la-universidad-en-el-mundo-neoliberal
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