Tras la efervescencia social de los primeros años de la transición,
aquella década prodigiosa (1976 y 1985) donde los ciudadanos nos planteábamos
una nueva España democrática, el compromiso ciudadano por la transformación social
entró en una paulatina y lenta desafección como consecuencia lógica de la
aplicación de políticas públicas muy en la línea del cambio democrático y el
desarrollo del estado del bienestar.
De hecho, esa desafección acabó en la dejación de la función
sociopolítica de la ciudadanía que transformó su compromiso transformador en un
mero acto electoral expresado cada cuatro años con el depósito del voto en una
urna. A la vez, la clase política también sufrió una severa regresión; del
político primigenio (de uno u otro signo político) caracterizado por una
importante carga ideológica avalada por una larga biografía de compromiso social y profesional, se fue
pasando al político “de carné”, desideologizado y mucho más preocupado por la
ostentación de cargos de poder que en su función transformadora.
La creencia social de que “vivimos en el mejor de los
mundos” instigada por la clase política que vendía aquello de “déjame a mí tu
participación” nos creó una idea virtual sobre nuestro magnífico desarrollo
social expresado en el supuesto gran estado del bienestar que gozábamos. Idea,
por otro lado, absolutamente falsa cuando se comprueba con datos la situación
del gasto social de nuestro país comparándolo con el resto de los países europeos y de la OCDE (2006) en que año que,
probablemente, más “ricos” fuimos.
Con estos ingredientes es fácil comprender cómo se había
llegado a la anestesia social: una percepción de que las cosas son como son y
no pueden ser de otra manera. Es algo como de las leyes de la naturaleza.
Así, se acota un campo de participación ciudadana con unas rígidas reglas de
juego en el que todo gira en torno al partidismo. Los ciudadanos pasan a ser
electores y la participación social se circunscribe a las filias y fobias
electorales. La política pasar a ser como una liga de futbol y los aficionados
(electores) abrazan fuertes compromisos con los equipos (partidos) sin tener
nunca muy claro por qué se ha elegido uno (estrecho margen de diferencia
ideológica en las propuestas) o qué hay más allá del fútbol. Los conflictos se
dirimen en la “cancha” (jornada electoral) y, para que nadie se salga del
tiesto, los árbitros (poderes fácticos) expulsan a quien no cumple las reglas. Tan
solo unos pocos ciudadanos emprenden un compromiso social diferente, fuera de
la cancha, y contribuyen a formar el minúsculo y enmarañado tejido social
formando minifundios asociativos con escasa repercusión pública y más dominada
por su propia lógica organizacional que por una estrategia compartida de
transformación social.
Y, llegó la sospechada crisis económica, reventó la burbuja
y, con todo, nos pilló desprevenidos, desorientados, sin saber de dónde venía
ni cómo protegernos. Los “mercados financieros” (palabra nueva) simplemente
desconfiaban de nosotros (nosotros, los endeudados por hipotecas) y, aunque la
deuda pública de nuestro país era de las más bajas de Europa,
nos duplicaban, triplicaban o sextuplicaban los intereses de los dineros que
prestaban al estado en función de lo que establecían unas “agencias
evaluadoras” a través de “la prima de riesgo”. Para aclararnos, es como si un
banco te dijera: “como no me fío de que tu vecino me pague el préstamo que le
di para que se comprara un coche, voy a subir el interés del que te he prestado
para comprarte la vivienda y te lo voy a subir más aún si no trabajas tres
horas más todos los días y me invitas a cenar los fines de semana en tu casa”.
Y todo esto sin que en ningún momento tú hayas dejado de pagar religiosamente.
Pues algo así nos está pasando y todavía seguimos sin saber por qué lo hacen y,
sobre todo, por qué a nosotros y no a otros.
Menudo escenario más aterrador. Una crisis económica que nos
produce miedo al desconocer a quienes la manejan y lo que podemos hacer, una
sociedad anestesiada, enfrascada en la lucha partidista, y, como consecuencia
de esto, un electorado pidiendo a gritos que cambien las cosas para que vengan
otros que nos permitan seguir viviendo bien,
es un perfecto caldo de cultivo (entiendo que muy bien orquestado) para que quienes
defienden unos intereses de clase socialmente inadmisibles, aprovechen la situación y justifiquen
profundos cambios en el estado de bienestar sin más interés que la destrucción
de los servicios públicos para que pudieran penetrar los grandes emporios de la
prestación privada de servicios que no son capaces de competir en régimen de
igualdad con las tres grandes bolsas de mercado que actualmente ostenta la
titularidad pública: la educación, la sanidad y las pensiones.
Probablemente es tarde, probablemente no se llegue a
articular con suficiente contundencia la respuesta social necesaria para
parapetar “lo público” frente a esta agresión mercantilista, pero estoy
empezando a ver los auténticos “brotes verdes” de la respuesta ciudadana. Por
primera vez desde la transición democrática a la que me referí al principio, compruebo
cómo la ciudadanía verbaliza su descontento y lo hace público en la calle, en
el supermercado, en el autobús o en mi misma consulta médica. Por primera vez
observo la necesidad de agruparse, de colaborar con otros, de empujar muchos en
una misma dirección. No sé si llegaremos a tiempo, pero intuyo que es el
principio de algo importante.
A todos los interesados en la defensa de la sanidad
pública, a aquellos que quieran informarse sobre lo que podemos perder los ciudadanos
y sobre lo que podemos hacer, a aquellos que sientan la necesidad de ayudar a
defender un sistema sanitario público que atienda siempre y en toda
circunstancia a ellos y a sus familias, se encuentren en paro o estén
trabajando, sean ricos o pobres, jóvenes o ancianos, en definitiva, a todos los
que por una u otra razón habitan en nuestro país, os convoco a la presentación
de la:
Red Ciudadana por la Salud
Acto en defensa de la Sanidad Pública
Debate sobre la situación de la Sanidad Regional
"La perspectiva ciudadana"
Miércoles 2 de mayo de 2012, 19 h
Salón de Actos. Facultad de Ciencias Políticas.
Ronda de Levante, 10. Murcia
José Martínez López
Apuntes para la reflexión sanitaria
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