El ministro ha batido el récord mundial de no hablar de educación tras llevar más de seis meses en el cargo
Lo dejé escrito en esta página hace unas semanas: el actual ministro de Educación, Cultura y Deporte, Ignacio Wert,
ha batido el récord mundial de no hablar de educación tras llevar más
de seis meses en el cargo. Ha aumentado el máximo de alumnos por aula y
las horas lectivas del profesorado, ha subido las tasas universitarias,
ha reducido las becas y las ayudas para estudiantes, ha prescindido de
miles de docentes profesores interinos, se ha cargado la asignatura
Educación para la Ciudadanía, ha recortado más de 3.700 millones de
euros en educación y, en el colmo del desvarío, ha creído y sostenido
que esas, según él, “medidas excepcionales para una situación
excepcional” tienen algo que ver con su labor como ministro de educación
en nuestro país, lo que demuestra que ni siquiera tiene una idea
precisamente clara de en qué pueda consistir la educación.
Incluso no sería de descartar que estimara que el recorte del 22%
para educación en los Presupuestos Generales del Estado para 2012 tiene
algo que ver con algo positivo para los alumnos, sus familias y la
sociedad en general.
WERT HA TRABAJADO como profesor en algunas universidades, pero
sospecho que descendía a sus aulas desde la mismísima Babia. Viendo la
devastación del ámbito educativo perpetrado por el Gobierno del Partido
Popular, un ministro de Educación tendría que haberse batido el cobre
hasta la extenuación defendiendo a la ciudadanía dentro del ámbito
educativo, así como los valores y los derechos consustanciales a su
cometido ministerial, pero Wert siempre ha dado la impresión de que no
tenía conciencia de que su actividad única y diaria como obediente
contable recortador tuviese graves y negativas consecuencias para la
escuela pública, la calidad de la enseñanza, la atención a la
diversidad, los desdobles, la formación permanente del profesorado, la
igualdad de oportunidades, y un largo etcétera más.
Pues bien, el ministro Wert ha vuelto a batir la semana pasada su
propio récord de despropósitos: bajo el marco incomparable del campus de
la fundación FAES (la sombra de José María Aznar sigue
siendo muy, pero que muy alargada) la selectividad, según el ministro
Wert, “no funciona” porque la aprueba el 94% de los alumnos.
Sobre esa base, aboga por nuevos sistemas de evaluación del
“rendimiento de los alumnos”, sin explicar qué entiende por
“rendimiento” o “funcionamiento” y qué es lo que ha estado haciendo
entonces el profesorado durante seis años de Primaria, cuatro de ESO y 2
de Bachillerato (movido quizá por la nostalgia de tiempos pasados,
quiere implantar sendas reválidas en cada una de las etapas educativas).
Antes, repitiendo sin cesar el mantra del “fracaso escolar”, Wert, el Gobierno de Mariano Rajoy,
los adeptos y asesores del Partido Popular (sacados de lo más granado
de la reacción educativa española) han estado coreando sin cesar la
cantinela de lo mal que va la educación española, haciendo hincapié
sobre todo en el fracaso escolar, los suspensos, los malos resultados y
las deficiencias de aprendizaje respecto de otros países aparecidas en
el Informe Pisa. Pues bien, ahora lo que no le parece bien al ministro
es que aprueben tantos, entronizando indirectamente como principio
básico pedagógico que un sistema educativo sin un número suficiente de
suspensos (Wert no llega a especificar cuántos) no puede funcionar bien.
Wert parece defender asimismo en su propia persona la viabilidad del
principio de contradicción, al afirmar que eso de que la actual
generación de jóvenes es la mejor preparada en la historia de nuestro
país es a la vez “una bobada y verdad”. Wert quiere además pruebas, pero
no pruebas trucadas o de chicha y nabo, sino “externas” (¿al centro
donde el alumno o alumna han estado siendo enseñados y evaluados día
tras día, año tras año?) y “nacionales” (¿está pensando Wert en otra
cosa que no sea contrarrestar el virus autonómico o, más aún,
nacionalista?).
WERT APUESTA POR “la cultura de la evaluación” y quiere ver los
resultados (¡y el número suficiente de suspensos!) de esas pruebas de
evaluación del “rendimiento y las capacidades” del alumnado mediante
unos exámenes o tests “externos y nacionales”, y no mediante la
experiencia y la evaluación continuada de ese alumnado a lo largo del
curso. Sostiene también que el sistema educativo español “se ha
deslizado hacia la mediocridad”, considera “letal” la educación
comprensiva y afirma que el bálsamo de Fierabrás consiste en “medir”, ya
que, según el ministro, “las consecuencias de no medir es que no
existen aspiraciones de rendimiento”.
No hay programa político ni dirigente en general que no haya afirmado
solemnemente que la educación es una de las claves más importantes para
el presente y el futuro de un país. En esta línea y constatando el
hacer y deshacer diarios del ministro de Educación, Wert, estamos en
condiciones de comprender mucho mejor por qué nuestro país está ahora
como está.
Antonio Aramayona – ATTAC CHEG Aragón, profesor de Filosofía
El Periódico de Aragón
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