Me invitan desde el IES Aldebarán de Alcobendas a una charla. Se
van a encerrar la víspera de otra jornada de huelga general y han
pensado realizar alguna actividad de debate. El público estará compuesto
sobre todo de alumnos de 1º y 2º de Bachillerato, unos cuantos
profesores y también algunos padres. Acepto de muy buena gana, tengo
mucho interés en conocer de primera mano la Marea Verde. Me proponen que
hable de “lo público”. Apenas tengo tiempo para preparar nada, retomo
algunas viejas lecturas de Cornelius Castoriadis y Hannah Arendt. Y me
sale lo siguiente (sólo son notas para una intervención oral, no un
artículo ni nada parecido, indulgencia).
Últimamente vemos
mucho movimiento en las calles: manifestaciones, encierros, asambleas,
protestas. Pienso especialmente en el 15-M que arrancó con la acampada
en Sol (“¿lo conocéis?” Muchos chicos sí lo conocen) y la Marea
Verde. Son movimientos que de diferentes maneras defienden lo público,
el derecho a la sanidad, a la educación, etc. ¿Qué significa esto?
Defender lo público es defender el derecho de cualquiera a ser educado, a
ser curado, a poder desplazarse, independientemente de su condición,
del dinero que tenga, de su origen social o de cualquier otro
discriminante.
Pero a mí me gustaría hoy hablar de otro sentido
de lo público, lo que voy a llamar “lo público en movimiento”. Es decir,
que entiendo que el 15-M o la Marea Verde no sólo son movimientos que
defienden lo público, sino que son ellos mismos lo público, que
dan vida y lugar a lo público. ¿En qué sentido digo esto? El 15-M y la
Marea Verde abren espacios donde hacernos preguntas sobre cómo queremos
vivir juntos, espacios y preguntas que nos conciernen de alguna forma a
todos. Espacios públicos. La educación por ejemplo no es sólo una
cuestión de profesores y alumnos, sino una cuestión que nos afecta como
sociedad: ¿cómo queremos educar y ser educados, qué queremos transmitir y
aprender?
Los espacios públicos están en el corazón del
nacimiento de la filosofía y la política (o democracia). Según cuenta el
filósofo Cornelius Castoriadis, ambas nacen en la antigua Grecia en un
movimiento simultáneo de reflexión y autocuestionamiento de la sociedad
sobre sí misma: ¿qué debemos pensar, cómo queremos vivir? Es un
movimiento insólito porque, por lo general y a lo largo de la historia,
las sociedades y las personas no se hacen preguntas radicales sobre sí
mismas, sino que repiten lo heredado, obedecen lo instituido, presentan
sus normas como el mandato de algún ser superior. Filosofía y política
son hermanas gemelas: cuestionamientos radicales de lo heredado y lo
instituido en palabras y en actos.
Castoriadis explica la distinción griega entre la physis (la naturaleza, lo que es así y no puede ser de otro modo) y el nomos
(la ley humana, siempre arbitraria y convencional, sujeta a discusión y
alteración). La política y la filosofía rompen con cualquier “así son
las cosas” y se preguntan más bien “cómo queremos que sean”, “cómo sería
justo que fuesen” y “qué es lo justo”.
Política y filosofía son
movimientos colectivos. En Grecia, la filosofía se practicaba en las
calles. Los filósofos no son sabios ni profetas, sino ciudadanos y cada
ciudadano, en la medida en que se hace preguntas sobre su vida y sobre
la vida en común, es también un filósofo. Frente a la apropiación
privada de la palabra, la política se practica en el ágora abierta a
todos los ciudadanos (siglos más tarde, ahondando en el mismo movimiento
de autocuestionamiento y reflexión, otras voces y otros temas lograron
abrirse paso en el espacio público: las mujeres, los esclavos, la vida
doméstica, el trabajo, etc.).
Yo pienso que cuando nos juntamos
para pensar cómo queremos vivir, cuando nos organizamos colectivamente
para construir el mundo en la dirección que deseamos, estamos haciendo
política y filosofía (filosofía en acción). Ninguna de las dos es
patrimonio de un grupo de especialistas: políticos o filósofos. Diría
más: la política de los políticos ha secuestrado la capacidad de la
gente para deliberar y decidir sobre su destino. Votar cada cuatro años
es escoger entre opciones dadas, no poder cuestionar y alterar las
reglas de juego. Por eso gritamos “lo llaman democracia y no lo es”.
Hannah
Arendt afirma que “los seres humanos son libres -es decir, algo más que
poseedores del don de la libertad- mientras actúan, ni antes ni
después, porque ser libre y actuar es la misma cosa”. Y añade que
actuando podemos experimentar cierto tipo de alegría y de gozo que no
conocemos de ningún otro modo: la felicidad pública. Actuar es juntarse
con otros para preguntarse por la vida que vivimos y empezar entre todos
algo nuevo, nunca visto. Es lo contrario a obedecer, lo contrario a
repetir. El que se pregunta y cambia las cosas es lo contrario de un
“espectador”: el espectador no entra en acción, no se reúne con otros
para pensar y empezar algo nuevo. Con el 15-M y la Marea Verde estamos
dejando de ser espectadores. Quizá es eso a lo que se refiere la famosa
consigna del 15-M: “dormíamos, despertamos”. Ya no sufrimos o
padecemos las decisiones de otros, sino que nos rebelamos. Ya no estamos
solos o en competencia con los demás, sino que nos buscamos para
actuar.
Cuando nos juntamos, somos capaces de cuestionar y
rebelarnos contra lo Inevitable. La filosofía y la política son gestos
de rebelión contra el poder de lo Inevitable. Los que nos cuentan el
mundo nos hablan día a día de lo que es Inevitable: son inevitables los
recortes, son inevitables los sacrificios de la salud o la educación, es
inevitable que los que menos tienen paguen la crisis para rescatar a
los que más tienen, etc. Cuando somos espectadores, cuando estamos
aislados, el poder de lo Inevitable parece invencible. Sólo queda
agachar la cabeza, mirar para otro lado, escaquearse como uno pueda,
buscar la salvación individual. Pero cuando nos juntamos lo Inevitable
tiembla y ya no parece tan Inevitable. Se revela como una decisión
humana: no del orden de la physis, sino del nomos. Quizá
no tengamos la suficiente fuerza como para hacerlo caer, pero ahora
sabemos que no tiene porqué ser así, que lo sostiene la pura violencia.
El
15-M o la Marea Verde defienden lo público, el derecho de todos a la
educación o la salud. Pero también son lo público en movimiento:
apertura de espacios donde pensar juntos y hacer con otros. Creo que la
defensa de lo público se seca por dentro sin lo público en movimiento,
sin el ejercicio constante de autocuestionamiento, pregunta y reflexión:
¿cómo queremos gobernarnos, decidir? ¿aprender qué, para qué? ¿Qué
significa la salud, estar sano? Es tan importante el movimiento (lo público en movimiento) como los objetivos (la defensa de lo público).
En
lo público en movimiento nos descubrimos como compañeros de una
interrogación o de una acción, descubrimos el placer de estar en la
calle con otros y desafiar lo Inevitable. La política es una acción de
redescubrimiento/invención del mundo y me encantaría preguntaros ahora
sobre eso. Cómo veis el mundo tras el “despertar” de la acción. De qué
os sentís ahora capaces. Qué habéis aprendido en estas semanas de
movilización tan intensas. Si ha cambiado vuestra relación con los
medios de comunicación, la calle y la escuela o entre vosotros mismos,
por ejemplo como profesores/alumnos.
Gracias a Chus por la
invitación. Gracias a los padres, los profes y sobre todo a los chicos
por el debate y la conversación dentro y fuera del aula.
El martes 25 hemos invitado a los chicos a hablarnos de su experiencia en la Marea Verde en el programa de radio Una Línea sobre el Mar, de 20.00 a 21.00 en el 100.4 de la FM.
Amador Fernández-Savater
Público
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