El Estado español tiene uno de
los mayores gastos farmacéuticos de la
UE, con una fuerte injerencia de la industria.
Algunos datos resultan
reveladores: España es el tercer país de la UE que mayor gasto farmacéutico realiza en
porcentaje sobre el gasto sanitario total, tras Grecia y Portugal, con un
escaso gasto en genéricos: un 14% frente al 35% de la UE o el 60% de EE UU. El
consumo excesivo de medicamentos y los efectos adversos de los fármacos son dos
de las principales responsables del elevado e innecesario gasto farmacéutico,
además de un problema para la salud de los pacientes.
Demasiados medicamentos
Los mayores de 65 años consumen
el 30% de los fármacos (4.000 millones de euros de gasto farmacéutico), la
tercera parte de los cuales son innecesarios. La revisión de estos tratamientos
podría suponer un ahorro de 1.200millones de euros, sin mencionar los efectos
adversos e ingresos hospitalarios que se evitarían. Así, un 12% de los ingresos
hospitalarios en España se debe a reacciones adversas a un medicamento. Se
podría prevenir la mitad de estos ingresos, lo que supondría unas 2,5 millones
de estancias hospitalarias menos con un coste medio de 336 euros, según un
informe comparativo de precios y tarifas médicas y hospitalarias por país de la International Federation
of Health Plans. El ahorro potencial sería de 840 millones de euros anuales.
Respecto a las comunidades
autónomas, existe una gran variabilidad en el consumo de medicamentos
genéricos. Si se igualara el gasto farmacéutico de todas las comunidades
autónomas con aquellas de menor gasto, se ahorrarían 2.500millones de euros al
año. Estrategias comerciales No obstante, hay que contar con las estrategias de
la industria farmacéutica para mejorar su nivel de negocio en el Estado y la
repercusión que esto tiene en el gasto farmacéutico.
La primera estrategia
Es influenciar a las sociedades
médicas, los responsables de los servicios asistenciales y evaluadores del
Sistema Nacional de Salud (SNS) y a los partidos políticos. Sólo hay que
consultar la Memoria
anual de la industria farmacéutica 2010 para comprobar cómo realizan esta labor
de lobby las compañías farmacéuticas y cómo el sistema de puertas giratorias
entre la empresa privada y las instituciones públicas y partidos políticos en
este sector es especialmente fuerte. Valgan demuestra algunos ejemplos.
El presidente de la fundación de
la compañía farmacéutica Lilly en España es patrono de la fundación de los
Centros Nacionales de Investigaciones Oncológicas y Cardiovasculares Carlos III
y presidente de la Comisión
de Estudios para la Sanidad
del PP. En el Consejo asesor del Instituto Roche están los jefes de servicio y
directivos de hospitales públicos y el director general de Investigación
Biomédica de la
Comisión Europea en Bruselas. En el Patronato de la Fundación Pfizer
en España, encontramos al director general de un hospital público de Barcelona,
el catedrático de Psiquiatría de una universidad madrileña, un exministro de
sanidad del PSOE, el presidente de la Comisión Nacional
de Especialidades Médicas y un concejal del Menor de un ayuntamiento madrileño,
a su vez diputado en la Asamblea
de Madrid por el PP. Por último, en el Consejo Asesor de Farmaindustria están
políticos influyentes como Felipe González o Federico Mayor Zaragoza.
Control de la investigación
La segunda estrategia de la
industria farmacéutica para aumentar sus ventas es mantener el control de la
investigación y la formación continua de los médicos. Gran parte de los ensayos
clínicos de las compañías se realizan en los centros públicos, con la
participación de sus pacientes y sus profesionales, mientras que la formación
continua de los médicos está promocionada por los laboratorios (cursos,
congresos, etc.).
La tercera y bien conocida
estrategia de la industria es promocionar enfermedades para vender
medicamentos, como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad
(TDAH). Otros casos serían la campaña para la detección temprana del alzheimer
sin que exista la posibilidad de tratamiento curativo, la gripe A que disparó
el gasto en Tamiflu o las vacunas innecesarias.
La mejora de la racionalidad y la
transparencia en la atención sanitaria, acompañada de una política de control
de la industria farmacéutica desde el Sistema Nacional de Salud, así como la
potenciación de la investigación y dispensación públicas supondrían un gran
ahorro económico y un importante impulso para el desarrollo de una nueva
estrategia de I+Den el SNS.
La crisis económica está siendo
utilizada para introducir serios recortes en los servicios sanitarios, que
incrementan las listas de espera y deterioran la asistencia a los enfermos. La
reducción del gasto farmacéutico innecesario supondría un gran ahorro que no
reduciría la asistencia y evitaría riesgos innecesarios a los pacientes.
M.L. Lores y M. Martín García
FADSP (Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública)
Diagonal